Momento Espírita
Curitiba, 22 de Dezembro de 2024
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ícone La fuga

Uno de esos días agitados en los que hay más de mil cosas distintas para hacer, encontramos a Justin, el hijo de cuatro años de edad de una joven pareja.

El chiquillo hacía un gran alboroto y a pesar que el padre le pidiera varias veces que se quedara quieto, no paraba, y terminó en penitencia en un rincón de la habitación.

Justin lloró, pataleó, se enojó y finalmente dijo: “voy a escaparme de casa.”

La primera reacción de la madre fue de sorpresa e irritada, le dijo: “ ¿Sí? ¿No me digas?”

Cuando se dio vuelta y lo miró, él parecía un ángel, tan pequeño, tan encogido allí en un rincón, con un semblante tan triste...

Ella entonces decidió dejar de lado todo lo que estaba haciendo y se detuvo.

Con el corazón partido, le vino a la memoria un pasaje de su propia infancia, pues también había querido escaparse porque se sentía rechazada e incomprendida.

Ella sabía que al exclamar “voy a escaparme de casa”, Justin quería decir: “por favor, presten más atención en mí. Yo también soy importante. Por favor, hagan con que yo me sienta deseado y amado incondicionalmente.”

“Muy bien, Justin, tú puedes huir de casa”, le dijo la madre en voz baja, mientras empezaba a tomar unas ropas de su ropero y ponerlas en una maleta.

“Mamá”, preguntó, “  ¿qué estás haciendo?”

A lo que ella contestó: “si te vas de casa, entonces me iré junto contigo, porque no quiero verte solito nunca. Te quiero mucho, Justin.”

Entonces lo abrazó y él le preguntó, sorprendido:“¿por qué quieres ir conmigo?”

Ella lo miró con cariño y justificó: “porque te quiero mucho y me pondré muy triste si tú te vas. Y también quiero encargarme de ti para que nada de mal te suceda.”

“¿Papá puede ir también?” – preguntó Justin, con un tímido timbre de voz.

“No, papá tiene que quedarse con tus hermanos, y además tiene que trabajar y encargarse de la casa cuando no estemos aquí.”

“¿Y mi hámster puede ir?”

“No, tiene que quedarse aquí.”

Justin se detuvo un instante para pensar y dijo:“¿mamá, podemos quedarnos en  casa?”

“Claro, Justin, podemos quedarnos.”

“Mamá.” – dijo suavemente.

“ ¿Qué Justin?”

“Yo te amo.”

“Yo también te amo, querido...¡mucho, mucho, mucho! ¿Qué tal si me ayudas a hacer unas rosetas de maíz?”

“¡Sí claro, con lo que me gustan!” – y Justin acompañó a su madre.

En aquel instante ella se dio cuenta de la maravillosa dádiva que es ser madre. De la importancia que tenemos cuando nos tomamos en serio la responsabilidad sagrada de ayudar a un niño a desarrollar el sentido de seguridad y el amor propio.

Abrazando a Justin, ella entendió que en su regazo tenía el tesoro inestimable de infancia, un pequeño personaje que dependía del amor y seguridad que recibiese, de la atención de sus necesidades, del reconocimiento de sus características únicas para convertirse en un adulto feliz.

Ella aprendió que, como madre, jamás debe “evadirse” de la oportunidad de mostrar a sus hijos que son amados, deseados e importantes – el regalo más precioso que Dios le dio. 

***

¡No escatimes esfuerzos en la educación de tus hijos!

Antes de su llegada a la cuna, los padres asumen  con aquellos que recibirán en condición de hijos, compromisos y deberes que deben llevarse a cabo, desde que serán, también, a su vez, medios de redención personal ante la conciencia individual y la  cósmica que rige los fenómenos de la vida, en los cuales estamos sumergidos.

 

Equipo de Redacción de Momento Espírita, a partir del texto “La fuga” – Lois Krueger, de la obra “Historias para enardecer el corazón, vol. 2”, y del capítulo “Deberes de los padres” – Joanna de Ângelis, de la obra “S.O.S Familia”.

Versión español – Roberto M.L.Roca / AD LITTERAM Tradutores Associados.

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