Era
una vez una niña que tenía como mejor amigo a un pájaro.
Un
pájaro distinto a todos los demás: era encantado.
Si
la puerta de la jaula está abierta, los pájaros comunes vuelan lejos, para no
volver nunca más...
Pero
el pájaro de la niña volaba libre, venía cuando la melancolía y la añoranza
le golpeaban el pecho...
Sus
plumas también eran distintas. Cambiaban de color. Eran siempre pintadas por
los colores de los lugares extraños y lejanos por donde volaba.
Cierta
vez, volvió totalmente blanco, la cola enorme de plumas fofas
como el algodón.
–
"Niña, vengo de montañas frías y cubiertas de nieve, todo
maravillosamente blanco y puro, brillando bajo la luz de la luna, silencio casi
sepulcral, a lo sumo el barullo del viento resquebrajando el hielo que cubre las
ramas de los árboles. Como obsequio para ti, traje en mis plumas, un poco del
encanto que he visto..."
Y
así, empezaba a cantar las canciones y las historias de aquel mundo que la niña
jamás viera. Hasta que ella se adormecía, y soñaba que volaba en las alas del
pájaro.
En
otra oportunidad, volvió rojo como el fuego, y lucía un penacho dorado en la
cabeza.
"Vengo
de una tierra quemada por la sequía, una tierra con mucho calor y sin agua,
donde los grandes, los pequeños y los animales sufren la tristeza del sol que
no se apaga. Mis plumas han quedado como aquel sol y traigo canciones tristes de
los que se encantarían al oír el ruido de las cascadas y ver la belleza de los
campos verdes.”
La
niña amaba al pájaro y podía oírlo, un día tras otro, sin parar. Y el pájaro
amaba a la niña, y por eso siempre volvía.
Pero,
invariablemente, llegaba el momento de partir. Lloraba la niña y
también el pájaro. Y la niña, con pueril entusiasmo, le pidió al pájaro
que no se fuera más.
-
Te contaré un secreto, dijo el pájaro: las plantas precisan de la tierra, los
peces precisan de los ríos, nosotros precisamos del aire...
-
Y mi encanto precisa de la nostalgia. Es esa acongojada tristeza, a la espera de
volver, la que hace que mis plumas queden hermosas.
-
Si no voy, no habrá nostalgia. Entonces yo dejaré de ser un pájaro encantado
y tú dejarás de amarme.
Así,
una vez más, el pájaro se marchó. La niña, solita, por la noche lloraba de
tristeza. Y fue en una de esas solitarias noches que urdió una idea malvada.
-
Si yo lo aprisiono en una jaula, nunca más se podrá marchar; será mío para
siempre. Nunca más sentiré nostalgias y estaré siempre feliz".
Con
este pensamiento compró una linda jaula y esperó. Finalmente, el pájaro llegó,
maravilloso, con sus nuevos colores, con historias diferentes para contar.
Cansado
del viaje, se durmió. La niña aprovechó la oportunidad y
cuidadosamente lo aprisionó en la jaula, para que nunca más la
abandonara. Y fue a dormirse muy feliz. De madrugada, un gemido triste, la
despertó.
-
¡Ah mi niña... qué has hecho? Se ha roto el encanto. Mis plumas se pondrán
feas y yo me olvidaré de todos los cuentos...
-
Sin la nostalgia, el amor
desaparecerá...
La
niña no le creyó. Pensó que terminaría por acostumbrarse. Pero eso no sucedió.
El tiempo iba pasando y el pájaro iba transformándose.
Se
le cayeron las plumas, el rojo, el verde y el azul de su plumaje se convirtieron
en un triste color gris. Y sobrevino el silencio. También la niña se
entristeció.
No,
ese no era el pájaro que ella amaba. Y por la noche lloraba pensando en lo que
le había hecho a su amigo... Pero un día, no soportó más y abrió la puerta
de la jaula.
-
Puedes marcharte, pájaro, vuelve cuando quieras...".
-
“Gracias niña. Tengo que partir. Es necesario que me marche para que la
nostalgia llegue y me den ganas de volver. Lejos, con añoranzas, muchas cosas
buenas empiezan a crecer dentro de uno.”
Y
el pájaro partió. Voló hacia sitios distantes. La niña contaba los días, y
cada día que pasaba su nostalgia crecía...
-
¡Qué bien! - pensaba ella - mi pájaro está volviéndose encantado
nuevamente... Y ponía flores en los jarrones a la espera de su amigo...
Sin
que se diera cuenta, el mundo entero se fue poniendo encantado como el pájaro.
Por que, en algún lugar, estaría volando. De algún sitio, cercano o distante,
tendría que volver.
Por
la noche, la niña se acostaba con nostalgias, pero también con la renovada
esperanza del reencuentro.
¡Ah!
Mundo maravilloso que guarda, en algún sitio secreto del Universo, en plena
libertad, el pájaro encantado que se ama... Y que un día, con seguridad,
volverá...
Equipo
de redacción de Momento Espírita, con base en una historia de autoría
ignorada.
Versión
en español: Roberto M.Lamela Roca /AD LITTERAM Tradutores Associados