Entre
los varios problemas con que se debate la Humanidad, está la melancolía.
La
melancolía es un estado del alma de difícil definición, porque se manifiesta
en las profundidades del sentimiento.
Sabemos
que no nos encontramos por la primera vez en la Tierra. Ya vivimos aquí en
otras épocas, en otros países, en compañía de otras personas.
Somos
viajantes de la eternidad, traemos en nosotros las marcas de las experiencias
vividas en las distintas existencias.
Hoy
estamos otra vez en la Tierra, en un cuerpo distinto, quizás por primera vez en
este país, en una situación social diferente de la vivida en otras épocas.
Siendo
así, de vez en cuando nos deparamos con situaciones que descubren huellas
guardadas en lo más hondo de nuestra alma y sentimos nostalgias de algo que no
sabemos qué es. O, incluso,
sentimos una incierta tristeza, una depresión injustificable.
Hechos,
situaciones, personas, música, perfume, son los inductores de esas incursiones
inconscientes en el pasado, y de acuerdo a lo que haya sido la experiencia, será
el sentimiento.
Si
el registro es el de una experiencia feliz, nos sentiremos bien, si al
contrario, fueron experiencias desdichadas, tendremos el sentimiento
correspondiente.
Hay
personas que cuando se enfrentan al tiempo nublado, frío y grisáceo, se
sienten deprimidas, mientras que otras se sienten bien en esos días.
Otras,
aun, cuando escuchan una música, se sienten transportadas inmediatamente de un
estado de alma a otro completamente inverso.
A
veces, personas relacionadas con nosotros nos dicen alguna cosa que nos deja
tristes, melancólicos, sin que exista motivo para tanto. Pero el problema no
está en lo que dicen, sino en cómo lo dicen.
Cuando
nos demos cuenta que estamos sumergidos en melancolía, debemos hacer esfuerzos
para cambiar el clima psíquico a través de lectura edificante, de una oración,
de la compañía de alguien que nos ayude a salir de ella.
Jamás
deberemos incentivar este tipo de sentimiento para que no nos sumerjamos aún más
en él, a tal punto que perdamos el control de la situación.
En
los momentos de depresión, cuando inconscientemente nos sumergimos en el pasado,
espíritus infelices o antiguos comparsas, pueden intentar envolvernos en las
mismas telarañas de los errores que cometimos anteriormente, llevándonos a
estados de difícil retorno.
Es
esta la razón por la cual no debemos entregarnos en los brazos de la melancolía
o de la depresión.
Es
imperioso que hagamos esfuerzos, que busquemos con muchas ganas realmente,
cambiar nuestro clima mental, buscando la sintonía con nuestros
Bienhechores Espirituales que siempre nos amparan y ayudan en todos los momentos
de nuestra existencia.
Actuando
así, tendremos la seguridad de que más adelante, en un mañana feliz, sabremos
cuánto valió la pena que pasáramos por esas situaciones con coraje y dignidad,
porque, entonces, nos esperarán de brazos abiertos, los afectos de los cuales
tantas añoranzas sentimos.
***
“Expulse
la melancolía de su alma creando luz íntima. Encienda la lámpara del
Evangelio en su mente.”