En
una modesta habitación, el enfermo grave pedía silencio. Pero las bisagras de
la vetusta puerta rechinaban cada vez que alguien la abría o cerraba.
El momento requería
quietud, pero no era oportuno para el arreglo adecuado. Con el pasaje del médico,
la puerta rechinaba, en las idas y venidas del enfermero, en el tránsito de los
familiares y amigos, la puerta rechinaba, estridente.
Aquella circunstancia
suscitaba, en el enfermo y en todos los que le prestaban asistencia y cariño,
una verdadera guerra de nervios.
Pero, después de
varias horas de fastidio, llegó un vecino y puso algunas gotas de aceite
lubricante en la antigua articulación y la puerta quedó en silencio, tranquila
y obediente.
La lección es sencilla,
aunque muy expresiva.
En muchas ocasiones hay
tumulto dentro de nuestros hogares, en el ambiente laboral, en una reunión
cualquiera. Son las bisagras de las relaciones haciendo barullo inconveniente.
Son problemas complejos,
conflictos, inquietudes, conmociones...
Sin embargo, en la
mayoría de los casos, nosotros podemos presentar la cooperación definitiva
para el cese de las discordias. Basta que recordemos el recurso infalible de
algunas gotas de comprensión y la situación cambia.
Algunas gotas de perdón
terminan de inmediato con el chirrido de las discusiones más calurosas.
Gotas de paciencia en
el momento oportuno pueden evitar grandes disgustos...
Pocas gotas de cariño,
penetran en las barreras más sólidas y producen efectos duraderos y saludables.
Algunas gotas de
solidaridad y fraternidad pueden contener una guerra de muchos años.
Es con algunas gotas de
amor que las madres dedicadas abren las puertas más emperradas de los corazones
confiados a su guardia.
Son las gotas de puro
afecto que penetran y dulcifican las almas resecadas de esposas y esposos,
ayudando en la manutención de la convivencia duradera.
En las relaciones de
amistad, a veces, algunas gotas de afecto son suficientes para lubricar los
engranajes y evitar los ruidos estridentes de la discordia y de la intolerancia.
De esa forma, cuando
usted se dé cuenta que las bisagras de las relaciones están haciendo un
barullo inconveniente, no espere que el vecino venga a solucionar el problema.
Recuerde que usted podrá
silenciar cualquier discordia echando mano del aceite lubricante del amor, útil
en cualquier circunstancia, y sin contra indicación.
No son necesarias
grandes virtudes para lograr éxito en ese cometido. Basta actuar con sabiduría y buen sentido. A veces, se
precisan apenas algunas gotas de silencio para contener el ruido desagradable de
una discusión infeliz.
¡Piense en
ello!
Si una pequeña chispa
puede desencadenar un incendio devastador, de la misma forma una gota de amor
puede evitar grandes catástrofes en las relaciones humanas.
Siendo así, vale la
pena que estemos atentos a los ruidos provocados por la discordia, a fin que
contribuyamos con algunas gotas de comprensión en el momento oportuno.
Y si usted es de los
que piensan que los pequeños gestos nada significan, recuerde
que las grandes montañas están hechas con pequeños granos de arena.
¡Pense en eso!
(Del libro “Bem Aventurados os Simples”, cap. 28, ed. FEB - Brasil )