Momento Espírita
Curitiba, 22 de Dezembro de 2024
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ícone El mármol del sentimiento y el cincel de la buena voluntad

Se cuenta que, en los primeros días del año treinta, tras un tiempo de profunda meditación en el desierto de Judea, Jesús fue visto en Jerusalén, cerca del templo.

Sentado, como un peregrino, el Rabí llamó la atención de un grupo de sacerdotes, que se sintieron atraídos por Sus rasgos bellamente originales y Su mirada lúcida y profunda.

Algunos de ellos se alejaron rápidamente, pero Hanan, que más tarde sería el juez inclemente de Su causa, se acercó al desconocido y le dijo con orgullo:

Galileo, ¿qué haces en la ciudad?

Estoy de paso en Jerusalén, buscando la fundación del reino de Dios, exclamó el Cristo, con modesta nobleza.

¿Reino de Dios? - Dijo el sacerdote con acentuada ironía. ¿Y qué crees que es eso?

¡Ese reino es la obra divina en el corazón de los hombres! - Aclaró Jesús con gran serenidad.

¿Una obra divina en tus manos? - replicó Hanan con una carcajada despreciativa. Y continuó con varios comentarios irónicos.

Tú te propones realizar una obra divina. ¿Acaso has visto alguna vez una estatua perfecta modelada con fragmentos de barro?

Sacerdote - le replicó Jesús con serena energía - ningún mármol es más puro y hermoso que el del sentimiento, y ningún cincel es superior al de la buena voluntad sincera.

El sacerdote aún se debatió entre uno y otro aparte vanidoso, sin embargo, acabó retirándose irritado, gritando.

El momento pasó, el sacerdote pasó... La lección, sin embargo, quedó inmortalizada. Desde sus primeras predicaciones, Jesús dejó en claro qué reino deseaba construir.

Él era el escultor experimentado que se había sometido a nacer entre nosotros, los aprendices de Sus manos, dispuesto a mostrarnos el camino para embellecer a nuestras propias almas, nuestras más grandes obras.

Era el maestro y, al mismo tiempo, la hermosa estatua, esculpida, perfeccionada a través de los tiempos, por la ley del progreso.

El sentimiento del hombre seguía siendo el bloque áspero y duro, a la espera del mejor cincel para empezar a revelar la hermosa imagen que lleva en su interior.

Ese instrumento sería la buena voluntad, que el Maestro utilizaría para esculpir y mostrarnos cómo utilizar esa poderosa herramienta para nuestra propia mejora.

Dentro de la buena voluntad está el trabajo, la dedicación, la persistencia y el tiempo. Embellecer el alma es oficio no sólo para una vida.

*   *   *

El mármol del sentimiento y el cincel de la buena voluntad: recordémoslo.

Escultores milenarios que somos, aprendices del gran artífice que fue Jesús, estamos aquí para desarrollar los buenos sentimientos.

Los sentimientos inferiores, aquellos que aún nos hacen sufrir tanto, esos van cayendo al suelo naturalmente, como las sobras del mármol que el cincel va retirando.

La buena voluntad hacia nosotros mismos, la paciencia, la persistencia y la seriedad en la tarea, son fundamentales.

La buena voluntad hacia el prójimo, la benevolencia, la indulgencia y el perdón completan nuestras valiosas herramientas para construir esta obra tan importante.

Nosotros somos nuestra mayor obra. Pensemos en eso.

Redacción del Momento Espírita, con base en el cap. 3,
del libro
Boa Nova, por el Espíritu Humberto de Campos,
psicografía de Francisco Cândido Xavier, ed. FEB.
El 10.11.2023.

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