Especial fue toda su vida.
Anunciado por profecías, sueños y ángeles, Él fue esperado por la ansiedad del pueblo, por el orgullo nacional de raza y el despotismo de los dominadores políticos que lo deseaban guerrero arbitrario y apasionado.
Cuando el silencio espiritual amenazaba en Israel, Él nació en el anonimato de una noche gentil, en un pesebre, cercado por animales domésticos y asistido por el amor de sus humildes padres, sin más testigos.
Sus primeros visitantes eran amantes de la naturaleza, pastores sencillos, luego seguidos por magos poderosos, en un contraste característico que siempre distinguiría su jornada entre los hombres.
En los paisajes de Nazaret Él crecería desconocido, moviéndose entre la carpintería de su padre y las meditaciones en las verdosas campiñas, confundido con otros jóvenes, sin ningún destaque portador de conflictos antes del momento esperado.
Maduró en su hogar como el trigo bueno en suelo generoso y, cuando le llegó la hora, se agigantó en la Sinagoga, desvelándose y anunciándose.
Incomprendido, como se esperaba, salió a la búsqueda de aquéllos que lo seguirían y quedarían como pilares de la Nueva Era que Él iniciaba.
En el bucolismo de Galilea, pobre y soñadora, fértil y rica de belleza, Él empezó el ministerio que un día se extendería por casi toda la Tierra, presentando el programa de felicidad que les faltaba a las criaturas.
Jamás igualado, Su voz poseía la mágica entonación del Amor que penetra y dulcifica, enseñando como nunca nadie consiguió emularlo.
La majestad de su porte confundía a los hipócritas y desarmaba a los adversarios fortuitos, por la serena inocencia, profunda sabiduría y elevada personalidad.
Nunca se perturbó ante las coyunturas humanas a las que dominaba, aunque conviviendo con gente de mala vida, pecadores y perversos, pobres desesperados y ricos desalmados, víctimas morales de sí mismos en el vicio y perseguidores obstinados...
Él comprendía la pequeñez humana e impulsaba a los individuos al crecimiento interior, a las conquistas mayores.
Penetrando en el futuro se refirió a las hecatombes que la insania humana provocaría, pero, presentó también la realidad del Bien como culminación de los esfuerzos y sacrificios generales.
Poeta, se hizo cantor.
Príncipe, se convirtió en vasallo.
Señor, se transformó en siervo.
Noble de origen Celeste, se transformó en esclavo, por amor.
Nadie dijo lo que Él dijo, conforme lo hizo y lo vivió.
Jesús es la síntesis histórica de la ascensión humana.
Demarcando las épocas, las señaló con el Estatuto de la Montaña, en Buenaventura eterna.
Ni la muerte lo disminuyó. Al contrario, le anticipó la luminosa resurrección, que permanece como vida de sabor eterno, trasponiendo las Eras.
Grandioso, hoy como ayer, es el mañana de los que lloran, sufren, esperan y aman.
Su venerable presencia reposa dominadora sobre la humanidad, que en Él encuentra el Principio y Fin de sus aspiraciones.
Jesús es la vida en la representación máxima del Creador, como Modelo para la humanidad de todos los tiempos.
Unámonos a Él y vivámoslo.
(Del libro Perfiles de la Vida, Ed. LEAL, dictado por el espíritu Guaracy Paraná Vieira, a través del médium Divaldo Pereira Franco)