Durante los cuarenta días de travesía del océano Atlántico en los barcos negreros, nuestras madres africanas tenían el corazón afligido.
Para arrullar a sus pequeños, durante esas terribles travesías, rasgaban retazos de sus faldas y creaban pequeñas muñecas, hechas de trenzas o nudos.
Las muñecas, símbolos de resistencia, se conocieron como Abayomi, que significa encuentro precioso para el pueblo yoruba, uno de los mayores grupos étnicos del continente africano, cuya población habita en partes de Nigeria, Benín, Togo y Costa de Marfil.
Esas madres también se afligían, ante la crueldad con que fueron arrastradas hacia las embarcaciones, con la posibilidad de separarlas de sus hijos, al llegar a las tierras extrañas a las que los llevaban.
Previendo el dolor de esta separación, entregaban las Abayomi a sus hijos. A través de ellas, podrían hablar con sus madres, de forma simbólica. Al fin y al cabo, eran retazos de sus vestimentas que guardaban entre sus manos.
En caso de que crecieran lejos de ellas y, algún día, tal vez, si pudieran reencontrarse, podrían reconocerse a través de la tela que llevaban.
Al transferir su amor a ese símbolo, aquellas madres expresaban su dolor. También la esperanza que iba incrustada en esos trapos.
Nadie podría saber si los niños conservarían las muñecas, o si incluso les hablarían en la ausencia de sus madres.
Pero la esperanza reinaba en ese gesto, que ayudaba a tranquilizar el corazón materno.
Entrenaban, de esa forma, el desapego emocional, que ellas tejían con tristeza, como también con belleza y poesía.
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Recordando las actitudes de esas mujeres, recordamos cuántos de nosotros necesitamos entrenarnos en el desapego emocional.
Recordamos a la madre de un ilustre bahiano, despidiéndose de él, que se dirigía desde su pequeño pueblo natal a la capital de la provincia de Bahía, Brasil: Mi hijo no me pertenece, ha nacido para el mundo.
Sí, nuestros hijos, como decía el poeta libanés, vienen a través de nosotros, pero no nos pertenecen.
¿Qué será, en el futuro, del niño que hoy llora en nuestros brazos?
No pasa por nuestra imaginación que podemos estar arrullando al músico que arrebatará a multitudes, al médico que salvará vidas, al científico que se dedicará a investigaciones exhaustivas en beneficio de la Humanidad, un Premio Nobel.
Sólo Dios tiene ciencia de su planificación de vida, firmada antes de nacer, en el registro de la Espiritualidad.
El desapego emocional es lo que necesitamos entrenar desde el momento de la concepción.
Formulamos planes para darles lo mejor, con amor y devoción.
Pero, llegará el día en que dejarán nuestro hogar para formar su propia familia, para alzar vuelos más atrevidos en los campos del arte, de la ciencia y del conocimiento.
Incluso, buscarán nuevas fronteras, otros países donde establecer su nido y su refugio.
Como las madres africanas, tejeremos una Abayomi de amor, nuestra esencia invisible, y se la confiaremos a sus corazones.
Los dejaremos ir, libres para alcanzar sus objetivos.
Pero, de corazón a corazón estaremos conectados, sintiendo el latido pausado o acelerado el uno del otro.
Desapegados. También conectados, nos hablaremos en las noches de luna o en los días invernales.
Redacción del Momento Espírita
El 27.6.2023.