Momento Espírita
Curitiba, 22 de Dezembro de 2024
busca   
no título  |  no texto   
ícone Tiempos de escucha

Fue en 1984, cuando los científicos notaron unos sonidos inusuales cerca del tanque de los delfines y de las ballenas blancas.

Parecían proceder de una conversación a distancia entre dos personas, aunque no era posible entender lo que decían.

Días después, se sorprendieron aún más cuando una buceadora salió del tanque y preguntó a sus colegas quién había dado la orden de que saliera.

Un análisis acústico determinó que los sonidos procedían de una fuente sorprendente: una ballena llamada Noc.

Los sonidos fueron grabados por la Fundación Nacional de Mamíferos Marinos en San Diego, California.

Voz similar o imitación de la humana, no importa. Lo que sabemos, con certeza, es que los animales tienen su peculiar forma de comunicación.

Quien escucha el canto de los pájaros, puede esforzarse por entender lo que dicen entre ellos.

Una amiga, que tiene un árbol frondoso, justo delante de su casa, dice que suele encantarse con el jaleo de los periquitos, al final del día.

Siempre imagino, dice ella, que ellos discuten para decidir quién se quedará en qué rama, la noche que se acerca.

¿O se están contando todo lo que les ha pasado durante el día?

En ese momento, creo que nos ofrecen una gran lección de vida. Deberíamos ser como ellos, llegar a casa y querer que los demás nos cuenten lo que les ha ocurrido en ese día.

Cómo fue el trabajo, el estudio. Cómo estuvo el tránsito.

Pequeñas cosas, pero que nos acercan. Escuchar a los niños contando cómo fue el partido de fútbol, cómo sacaron la mejor nota de la clase en su redacción.

O que no les fue muy bien en el examen de matemáticas. Cómo compartieron su merienda con el amiguito que los miraba, mientras ellos empezaban a abrir su golosina.

Sí, los animales, incluso cuando se comunican entre ellos, pueden darnos lecciones.

Por ejemplo, la lección de saber escuchar. Observo a mi perro, siempre atento a los ladridos de los canes del vecindario.

Según lo que oye, él se agita, responde ladrando. Lo comprendo: los amiguitos del inicio de la calle avisando que una persona extraña ha pasado por delante de sus casas.

Y se mantiene alerta, preparado, en la puerta.

Sin embargo, a veces, se limita a escuchar. Se queda allí, apostado, callado, escuchando y escuchando.

Deben de ser sólo cosas banales que esos ladridos traducen.

En esos momentos, me doy cuenta de que sería muy bueno que, entre nosotros, los humanos, aprendiéramos a escuchar.

En general, somos muy impacientes con las conversaciones que nos parecen tontas, sin sentido.

Sin embargo, lo que puede parecernos una simple tontería, es el discurso de una persona solitaria, que quiere compartir con alguien lo que ha observado, lo que ha acabado de vivir.

Sería bueno que escucháramos más, que intentáramos comprender, más allá de todo, lo que la persona quiere transmitir.

Al fin y al cabo, la Divinidad, al elaborar la perfección del cuerpo humano, dispuso que tuviéramos dos oídos, uno a cada lado de la cabeza.

Exactamente para oír lo bueno y lo malo, lo agradable y lo incómodo, la voz de los que amamos o, simplemente, de los que sólo esperan ser oídos por alguien que les sonría.

Pensemos al respecto. Tiempos difíciles en el mundo. Tiempos de escucha.

Redacción del Momento Espírita
El 5.6.2023.

© Copyright - Momento Espírita - 2024 - Todos os direitos reservados - No ar desde 28/03/1998