¿Ya te has preocupado alguna vez con la felicidad?
¿Ya hiciste esfuerzos para conquistarla?
¿Quién de nosotros no desea ser feliz? Con excepción de los casos patológicos, las personas están siempre en busca de la felicidad, aunque no se den cuenta de eso.
Pero, al fin, ¿qué es la felicidad?
La felicidad varía de persona en persona y, según cada momento de nuestras vidas, puede asumir aspectos distintos.
Cuando estamos enfermos, volver a la salud sería nuestra felicidad. Y hacemos todos los esfuerzos para conquistarla.
Si estamos sin trabajo, tener un empleo significaría nuestra felicidad, por algún tiempo.
Si somos solteros y deseamos unirnos a alguien, nuestra felicidad sería encontrar la persona ideal con quien compartir nuestro afecto.
Por otro lado, los que padecen del frío y del hambre, encontrarían la felicidad en un abrigo y en el alimento nutritivo.
Ya para el hincha, la explosión de felicidad se da cuando la pelota llega al gol del equipo adversario.
Al fin, la felicidad tiene tantos matices como deseos tenga cada persona, variando de acuerdo con las circunstancias.
Cierta vez, hemos leído una historia que nos llevó a reflexionar en que consiste la verdadera felicidad.
Fue narrada por una joven que se sentía momentáneamente infeliz, cuando, caminando por una calle, vio a un hombre sujetando una carreta.
Al observar la escena, pensó: “¡Pobre hombre! Haciendo el trabajo de un animal… eso es lo que debe ser la infelicidad!”
Pensando en escuchar de sus propios labios lamentaciones y quejas, se acercó al hombre y le preguntó:
“¿Usted es muy infeliz, verdad? ¡Que lástima! haciendo ese tipo de trabajo…”
Ella confiesa que el hombre le hizo cambiar su manera de pensar, al responder con entusiasmo:
“¡No, señora! Soy una persona muy feliz. Tengo salud, pues ni siquiera necesito de un animal para sujetar mi carreta.
Tengo fuerza, gano mi sustento paseando por la ciudad y aun soy saludado por personas bonitas como usted. Y no soy más feliz, porque no veo todas las personas del mundo sonriendo…”
Como se puede percibir la felicidad consiste en estar contento con lo que se posee y hacer de su felicidad la alegría de los demás.
Cuando Jesús afirmó que la felicidad no es de este mundo, se refirió a la felicidad sin mezcla, a la felicidad plena.
Sin embargo, podemos vivir con alegría, valorando las cosas que tenemos y las conquistas morales que ya logramos alcanzar, sin estar infeliz con lo que no poseemos o no está a nuestro alcance.
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Muchos de nosotros buscamos la felicidad lejos de donde ella se encuentra.
A cada momento Dios nos ofrece mil motivos para que nos alegremos.
La oportunidad de vivir, de tener una familia, amigos, trabajo…
La naturaleza, el sol, la lluvia, la noche para descansar, las oportunidades de aprendizaje en cada minuto que pasa por nosotros…
Aun mismo los obstáculos del camino son motivos de alegría, porque nos enseñan la superación, preparándonos para la conquista de la felicidad perenne, que a todos nos aguarda.
Redacción del Momento Espírita, con base en historia publicada en el periódico “Caridade”, de mayo/junio de 1997, pag. 3.