Aquel Nacimiento insculpió en la memoria de los tiempos la grandeza del amor, hasta entonces desconocido o ignorado.
A través de las enseñanzas de Jesús, se produjeron alteraciones significativas en favor de un desarrollo espiritual más rápido de los seres humanos.
La misericordia, que antes se despreciaba, empezó a marcar las conciencias, dando lugar a una visión diferente de los marginados y de los desheredados.
Él mismo se entregó al ministerio de la ejemplificación, convirtiéndose Su vida en un Evangelio de realizaciones.
Su amor inefable renovó la faz del planeta con la palabra liberadora, musical, severa y noble.
Sin ser amado, persistió en amar.
Sin ser comprendido, se mantuvo comprensible.
Sin ser aceptado, perseveró en las sublimes enseñanzas.
Jesús, entre las criaturas humanas, es el momento culminante del proceso histórico de la evolución.
Aquel Nacimiento, aquellos días, aquellas bendiciones, ya no se repetirán. Tampoco serán necesarios, ya que los acontecimientos permanecen indelebles en la conciencia de los tiempos pasados, señalando los que están por venir.
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Recordando a Jesús, del amor más grande que nos ha enseñado, volvemos inmediatamente a aquellos días felices.
Aprovechemos la ocasión de la Navidad para recordar, para reflexionar y para recapacitar.
En un espíritu de fraternidad y colaboración - que era lo que reinaba entre Jesús y los Suyos - compartamos las lecciones, los hechos, devolviendo ese sentimiento, devolviendo esa luz que inundó la Tierra de una manera tan singular.
En la mesa, recordemos las innumerables veces en las que Él ejemplificó el espíritu de comunión, donde todos tenían voz, donde todos mirábanse con alegría y gratitud.
En la oración, recordemos el respeto del Maestro por el Padre, el contacto constante, el vínculo que fortalecía Aquella Llama encarnada en la Tierra.
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Estos son días muy difíciles.
Durante la amplia transición que está teniendo lugar en la Tierra, hemos alcanzado, en este momento, el punto culminante de las pruebas y dolores profundos, que invitan a la reflexión y a un cambio de actitud de comportamiento para mejor.
No nos desesperemos en vano, si nos sentimos agotados por los problemas y los dolores.
Recordemos a Jesús y dejémonos guiar por Él.
Confiemos en el bien, confiemos en el amor, confiemos en las leyes superiores que rigen el Universo con maestría, incluso en medio del aparente caos reinante.
En la evocadora fecha de Su Nacimiento, reflexionemos más profundamente y veamos si Él ya ha nacido en nuestro corazón.
Después de la constatación o no de Su presencia en nosotros, salgamos del malestar moral o de la comodidad, de la indiferencia o del error y permitamos que ésta sea una Sublime Navidad en nuestras vidas.
Y vivamos felices y dedicados al bien que Él nos ha ejemplificado y recomendado.
Cada momento es una oportunidad de renovación. Cada día es una oportunidad para renacer. Nada está perdido. Nadie está condenado.
Bienaventurados los que lloran, pues serán consolados.
Bienaventurados los hambrientos y los sedientos de justicia, porque serán saciados.
Redacción del Momento Espírita, con base en el mensaje
Sublime Natal, por el Espíritu Joanna de Ângelis, psicografía
de Divaldo Pereira Franco, en la reunión mediúmnica del
21 de septiembre de 2005, en el Centro Espírita Caminho
da Redenção, en Salvador, Bahía.
El 6.1.2023.