Momento Espírita
Curitiba, 22 de Dezembro de 2024
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ícone Él nos dio nuevas mañanas

Es increíble cómo en cada nueva mañana, la naturaleza se despierta para celebrar.

Hay un ánimo, una expectativa, una alegría en las Creaciones Divinas, que contagia a los que tienen ojos para ver.

La naturaleza entiende cuán grandiosa es la vida.

Sin embargo, hubo un amanecer, hace mucho tiempo, que superó a todos los demás.

El día había amanecido cuando Ella salió de la posada, llevando en Sus brazos un pequeño fardo de ropa.

Una joven madre, con pasos lentos y cuidadosos, contemplaba el cielo despejado y respiraba el aire fresco, con expresión de gratitud.

Llevaba junto al regazo a Su Hijo, que ya hacía brotar el amor en toda su magnificencia, en Su alma de niña.

Quitó el tejido que protegía el rostro delicado del niño, para que Él también fuera besado por la frescura matutina.

Había sido bendecida con la oportunidad de ser madre, un regalo único.

La madre Gaia, nuestro hogar planetario, también recibía allí el Mayor tesoro de todos los tiempos.

Como si la escultura trajera al Escultor en la palma de sus manos.

Curioso aún es que el astro rey lanzaba los primeros rayos vitalizadores sobre aquellas tierras del Oriente Medio terrestre.

La arena del desierto, las casas, los utensilios domésticos, los tejidos claros de las ropas: todo reflejaba la grandeza solar.

Sin embargo, cuando la claridad alcanzó a Aquel Niño, algo sorprendente ocurrió. No se sabe con certeza en qué consiste ese fenómeno.

No se sabe con certeza si fue la piel blanca del Niño que resplandeció a la luz amarilla del sol, o si había otro sol dentro del Recién nacido que iluminó de forma dominante, al astro-rey de nuestro sistema planetario.

Por primera vez, dijeron algunos, Febo, el dios romano, conductor del carro del sol, se inclinó ante otra claridad, mucho mayor que la suya.

Y el amanecer nunca fue el mismo después de ese día.

Él nos dio nuevas mañanas.

 

*   *   *

Ese amanecer fue una prueba más del amor del Creador por todos nosotros.

Si todavía no entendemos a Dios como la Inteligencia Suprema, Causa de todas las cosas, soberanamente justo y bueno, pensemos en la dádiva de esa mañana.

La Tierra recibió a un Espíritu que había alcanzado el más alto grado de perfección. Recibió a un Maestro y también a un Amigo.

Alguien que vino a guiar pero, sobre todo, a consolar a los que aún no entendían en qué consistía la experiencia terrestre y todos sus matices educativos.

Alguien que traía la certeza de un Creador bondadoso y no vengativo. Y que regía el Universo con leyes igualmente seguras.

Abrazó, levantó, sirvió. Asistió sin quejarse.

Incomprendido, comprendió. Maltratado, cuidó a todos. Odiado, amó sin reservas.

Él nos dio nuevas mañanas, enseñándonos a mirar la naturaleza en fiesta, acercándonos al Padre como hijos que saben agradecer y comprender Su grandeza infinita.

Condujo nuestra mirada hacia los campos, a los lirios, a las aves. También al prójimo desconocido, al hermano de jornada que nos ofrece la oportunidad de servir.

Él nos dio nuevas mañanas...

Que sepamos disfrutarlas en toda su exuberancia y energía.

Que cada mañana sea un renacimiento.

Redacción del Momento Espírita
El 5.12.2022.

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