Momento Espírita
Curitiba, 22 de Dezembro de 2024
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ícone Sin miedo a morir

La oradora había concluido su conferencia. Largos fueron los aplausos. Después, hubo una larga fila de saludos.

Muchos fueron a elogiarle por su esclarecedora charla sobre la inmortalidad del alma. Más que nada, el valor que había revelado durante esos sesenta minutos, afirmando, más de una vez, que los espiritistas no temen a la muerte.

Quien se ha convencido de que la muerte es una simple transición de una etapa a otra, no le teme.

Quien está convencido de que somos inmortales, porque somos Espíritus, espera la muerte con tranquilidad.

Ante su presencia, no se atemoriza, nada teme.

Verdaderamente, el discurso fue coherente, perfectamente basado en la lógica y el sentido común.

Unas horas más tarde, la ilustre conferenciante fue llevada al aeropuerto para tomar el vuelo que la llevaría a su casa, en otro Estado.

Mientras aguardaba el embarque, se acercaron dos parejas, diciéndole que habían asistido a su conferencia, y se deshicieron en elogios, detallando algunos de los ítems abordados, especialmente su intrepidez ante la muerte, que ella tan bien evidenciara.

Unos minutos más tarde, todos estaban a bordo y el viaje comenzó. Mientras se servía un tentempié, de repente, el comandante informa de que hay turbulencia al frente. Luego, todos la sienten. No se trata de una turbulencia ligera y rápida, sino de un problema más grave y duradero.

El avión parecía estar siendo sacudido por manos invisibles. Enseguida, daba la impresión de sumergirse en un gran vacío. Fueron unos minutos, que parecieron horas, suficientes para provocar el pánico.

¡Vamos a caer! ¡Vamos a morir! - Gritaban los más desesperados.

Otros simplemente gritaban, mientras les parecía ver, como en una película, toda su vida. Es el momento de la muerte, pensaban. Y gritaban más fuerte.

La conferenciante, ante tanto pánico, se desestructuró un poco y estaba a punto de unirse al coro de los gritos, cuando recordó lo que había hablado, fruto de sus detallados y reflexivos estudios.

Recordó, además: ¿Cómo podría mostrar miedo, pánico, frente a personas que la habían escuchado dilucidar acerca de la inexistencia de la muerte?

Guardó silencio, cerró los ojos y se puso a orar por sí misma, por los que estaban en el mismo avión, por los familiares que recordó inmediatamente.

Cuando todo se serenó y el avión continuó su viaje, ella se detuvo a reflexionar. En aquellos pocos momentos, se había dado cuenta de que aún no había vencido el temor a la muerte.

Sí, intelectualmente, ella había asimilado el mensaje lógico, de sentido común. Sin embargo, emocionalmente aún no lo había manejado lo suficientemente bien como para aceptarlo como una verdad indiscutible.

Regresó al hogar, pensativa y pasó días meditando sobre el asunto.

 

*   *    *

Las verdades divinas son sencillas y es fácil que las aprendan los que razonan con lógica.

Algo muy diferente es vivirlas, es decir, conducir la propia vida dentro de sus parámetros.

Eso tiene que ver con la gran diferencia que existe entre el intelecto y lo emocional: el pensar y el sentir.

El intelecto acepta, pero no siempre el sentimiento lo hace, en la misma dimensión y temporalidad.

Pensemos en eso y permitámonos reflexionar un poco más sobre la vida que no muere, que sigue activa y exuberante.

Pensemos acerca del paso de una a otra realidad, en cualquier tiempo de nuestra vida.

Redacción del Momento Espírita, con base en hecho narrado por
 
Sandra Della Pola, durante el ciclo de Calificación del Trabajador Espírita, en
el
Recanto Lins de Vasconcellos, en Balsa Nova, PR, el 15 de febrero de 2014.
El 10.11.2022.

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