Momento Espírita
Curitiba, 22 de Dezembro de 2024
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ícone Mensajes de Dios

Una calle de una sola cuadra. Entre las casas bien pintadas, los jardines de flores, aquella llama la atención.

Desentona entre todas las demás. Maltratada, sucia.

En lo que fuera un día un jardín, las malas hierbas crecen altas y se balancean con el viento.

En la acera exterior, el jardín también ha sido tomado por las malas hierbas, que crecen exuberantes sin que nadie venga a retirarlas.

Es la residencia de un anciano. No sabemos su edad exacta, pero su aspecto desaliñado, su barba y su cabello crecidos le confieren una imagen de envejecimiento.

Todo en él coincide con la desolación a su alrededor. ¿O es que él mismo lo ha puesto todo para que coincida con su tristeza?

Nos preguntamos qué debe haber llevado a esa criatura a abandonarlo todo, de esa manera. Si por fuera la casa está así, ¿cómo estará ahí dentro?

Polvo, ropa tirada sobre los muebles, platos sin lavar...

No lo sabemos. De lo que sí estamos seguros es que ese corazón debe haber sido golpeado por mucho dolor.

¿A quién él habrá entregado a los brazos de la muerte: la esposa, los hijos, los padres?

¿Por qué se permite dejarse abrazar por la melancolía, por los días grises de añoranza sin consuelo, llegando al abismo de la depresión?

Sin embargo, en su jardín hay un mensaje. Es un manaca de la sierra que explota en flores de variadas tonalidades lila. Algunos pétalos adornan el suelo.

Lo entendemos. Para ese corazón amargado e infeliz, Dios ordenó al árbol de manaca de la sierra que le sonriera todos los días.

Y ahí está él, diciendo: Mírame. En medio de la desolación, haz como yo. Sonríe. Vuelve a vivir.

El mundo aún te reserva encantos. No desistas de la vida, que es un sagrado don de Dios.

*   *   *

Como ese hombre solitario, hay algunos de nosotros. Nos encogemos en nuestra infelicidad y no nos damos cuenta de nada más.

No vemos el sol que brilla, que nos tranquiliza; el pájaro que vuela en nuestro balcón y suelta sus trinos sin fallar una nota ni desafinar.

No prestamos atención al perro que se acerca a lamernos las manos, levantando las patas, como en un abrazo.

No respondemos al saludo de nuestro vecino, que desea que rompamos nuestro silencio.

Durante mucho tiempo hemos imaginado que Dios se manifestaría a los hombres, apareciendo desde las nubes, entre toques de trompeta y visiones espectaculares.

Sin embargo, Él actúa en la intimidad de nuestra conciencia, y se sirve de nuestro entorno para atestiguar Su Providencia hacia nosotros.

La naturaleza en fiesta, el vecino que ensaya un diálogo, una película que evoca los milagros de la vida cotidiana.

Sí, Dios nunca nos abandona.

Él nos envía constantemente Sus mensajes.

Si miramos ahora por la ventana de nuestra casa, del coche o del autobús, ¿qué veremos?

Los árboles que se balancean y dejan caer sus hojas, delicadamente, como una alegre lluvia de verano.

Un pájaro posado en una rama, haciendo vibrar la flauta mágica de su garganta.

Un niño que corre, feliz, huyendo de la niñera que intenta alcanzarlo.

Alguien que camina, con una mochila a la espalda, silbando una canción...

Mensajes de Dios para alegrar nuestra alma y hacer lucir nuestro día.

Pensemos en eso y ejercitemos nuestros ojos y oídos, porque sólo ve quien tiene ojos para ver. Y sólo oye quien tiene oídos para oír.

Redacción del Momento Espírita
El 12.10.2022.

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