Momento Espírita
Curitiba, 22 de Dezembro de 2024
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ícone Lo que queda de la Navidad

Cuando el día de Navidad se va, es bueno analizar cómo nos quedamos. En las semanas que la preceden, nuestras horas son tomadas por innumerables preocupaciones.

Son detalles importantes, como no olvidar un pequeño recuerdo para un corazón amigo, un prestador de servicio. Un mensaje para el familiar lejano.

Quizás, el montaje de un pequeño video, que más parece una tarjeta viva, de aquellas que se asemejan a los cuadros mágicos de la serie Harry Potter.

La cena, por más simple que sea, requiere un cierto refinamiento. Un adorno, platos diferentes en la mesa. Tal vez, los antiguos, de la abuela, bien decorados. Utilizados en ocasiones especiales.

Recordamos el nacimiento del Celeste Amigo. Leemos algunos pasajes acerca de Su llegada al planeta. Oramos juntos.

Nos encanta la decoración de las tiendas, de los centros comerciales, de la ciudad. Todo tan iluminado que, aunque las personas no se den cuenta, enaltecen al Rey Solar.

Es interesante que, apenas transcurrida la fecha, lo que sucede es una agitación, a veces mucho más intensa.

Ahora, se espera el Año Nuevo, que llega cargado de promesas y de sueños.

Si la Navidad es la reunión de la familia, el intercambio de abrazos y regalos, el Año Nuevo se caracteriza por viajes, por la búsqueda de lugares diferentes para celebrar el inicio de una nueva etapa.

Es de preguntarse, entonces, lo que ha quedado de la Navidad. Lo que ha quedado impreso en nuestras almas, después de tantos mensajes de paz, de bendiciones.

Lo que guardamos, en nuestra intimidad, después de los días en que, de una manera u otra, conforme nuestros vínculos religiosos, recordamos de forma más estrecha la venida del Mesías entre nosotros.

En esos días que se suceden, céleres, como arena escurriendo entre nuestros dedos, ¿qué ha quedado en nuestra alma?

*   *   *

Que la celebración navideña nos haya dejado marcas indelebles. Marcas que no nos permitan olvidar la solidaridad, la fraternidad, la compasión.

         Que los abrazos entre amigos, familiares, puedan repetirse, muchas veces. Que nos acordemos de hacer declaraciones de amor, diariamente.

Algo que va desde el te amo a ti, al novio, al cónyuge, al hijo, a los padres, al amigo, hasta el mirar a los ojos de la persona y agradecer por estar presente en nuestras vidas.

Que enaltezcamos el alto valor de los afectos más profundos a los más tenues, en nuestra jornada. Que no dejemos para afirmar su importancia, cuando partan de esta vida.

Que sepamos disfrutarlos, todos los días, cada día. Y que les digamos de esa importancia suya.

No ahorremos manifestaciones de afecto. Permitamos que el amor florezca en nosotros y produzca frutos a nuestro alrededor.

Que las dulzuras de la Navidad, con su ternura, estén presentes en todos los días del nuevo año.

Si en cada celebración navideña fundamentamos un poco más esa manera de vivir, a corto plazo, una inmensa renovación se hará en este mundo.

Porque si, dentro del hogar, entre los que elegimos como amigos, actuamos como lo hacemos en las celebraciones de la Navidad Celestial, transformaremos, con certeza, la faz del planeta.

Sean, por tanto, todos los días venideros, la repetición de la Navidad de paz, de fraternidad, de compasión, de amor.

Redacción del Momento Espírita.
El 28.9.2022.

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