Había un rey al que le regalaron dos hermosas águilas.
Con el paso de los días, el monarca observó que una de ellas volaba alto en el cielo, mientras que la otra quedaba siempre posada en la rama de un árbol gigante. Siempre la misma rama.
Preocupado, pidió a alguien del palacio que buscara un especialista que pudiera enseñar aquella águila a volar.
Sorprendido, el otro día, cuando llegó al balcón, el rey vio las dos águilas en deslumbrantes vuelos.
Feliz de ver la escena, buscó al especialista y le preguntó: ¿Qué has hecho para enseñarle a volar tan bien?
Con sencillez, el servidor respondió:
Su águila estaba pegada a la rama. Así que todo lo que hice fue cortar la rama del árbol.
* * *
A menudo, la vida cortará nuestra rama y nos obligará a volar.
Nos acomodamos a situaciones, a escenarios que, la mayoría de las veces, no nos dejan crecer, o no nos permiten ser quienes realmente somos.
Los primeros momentos son de conmoción, de miedo, de inseguridad. No sabemos qué hacer. Viene la desesperación.
Sin embargo, solo estamos siendo forzados a aprender, a crecer, a encontrar nuestra esencia del ser que vuela, así como el águila.
Así que, sea cual sea la situación en la que nos encontremos ahora, confiemos en que esto sólo está sucediendo para que aprendamos a volar.
Para enseñarnos a madurar y convertirnos en la persona que nacemos para ser, con todo nuestro potencial.
Habrá situaciones en las que nosotros mismos tendremos que serrar esa rama. Un trabajo difícil y doloroso, pero extremadamente necesario.
Tendremos que cambiar, revisar, renacer.
Cambiar de postura. Cambiar los hábitos. Cambiar la forma de afrontar las cuestiones que nos molestan.
A veces la rama a cortar será la excesiva dependencia de los demás, las relaciones tóxicas, el tiempo extendido del hijo en casa de sus padres, el trabajo que no satisface nuestra alma.
Hay tantas ramas...
La Ley universal del progreso nos invita, en cada encarnación, a nuevos vuelos, a nuevas experiencias.
El apego a las personas, a las cosas, a las situaciones, son ramas que nos impiden alzar vuelos más altos.
Cuando las personas pasan por situaciones desesperadas, de las cuales no tienen ningún control, les oímos decir que les gustaría volver al vientre de su madre. Todo era mucho más sencillo, más fácil.
Mira ahí la rama. Rama que fue cortada después de nueve, ocho meses, o incluso antes. Dejamos la comodidad del útero materno para llegar al mundo una vez más.
Lloramos. Gritamos al salir.
Frío, luminosidad excesiva, incomodidad física, personas extrañas llevándonos por todos lados.
Exámenes que nos pinchan y analizan de todas las formas posibles. Aquel llanto, simbólico, representa, de cierto modo, la nostalgia de la rama.
Recordemos que cada renacimiento en la Tierra es una invitación al vuelo.
Aceptemos nuestra esencia de seres alados.
Aprendamos todo lo que los aires del planeta tienen para enseñarnos.
Somos águilas que pueden ganar alturas inimaginables.
Veamos todo desde arriba, una visión de altura que sondea toda la faz de la Tierra.
Seres alados. Conquistemos los cielos.
Redacción del Momento Espírita
El 5.9.2022.