Momento Espírita
Curitiba, 22 de Dezembro de 2024
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ícone Repensando la educación

La educación de los hijos es algo complejo. Eso se debe a que no existe un manual perfecto que establezca la forma precisa de educarlos.

Precisamente porque cada ser humano es único y así lo que algunos sugieren en tantos libros puede ser válido para algunos. No para todos.

Por eso, padres y educadores recurren a diversas orientaciones, desde Rousseau, Pestalozzi, Piaget hasta pedagogos más actuales.

Hay padres, sin embargo, que deciden abstenerse de cualquier orientación que clasifiquen como moderna y dicen que van a educar a sus hijos exactamente como ellos fueron educados.

Si ha funcionado para ellos, funcionará para sus hijos. Con respecto a esta actitud, es importante tener en cuenta que cada uno tiene los padres que necesita para su propio crecimiento.

Nosotros tuvimos los padres que necesitábamos. Nuestros hijos nos tienen a nosotros. Somos los padres que ellos necesitan para su orientación en la vida y crecimiento individual.

De este modo, lo que fue válido para nosotros, en tiempos pasados puede no tener el mismo peso, la misma validez para los pequeños de hoy.

Cada niño es un Espíritu inmortal, que trae su propio bagaje de conocimientos, de conquistas. Por lo tanto, las necesidades de nuestros hijos pueden no ser exactamente las que fueron las nuestras.

Las carencias que tuvimos pueden no ser las mismas de los niños de hoy. Del mismo modo, las virtudes o los vicios que ellos traen pueden ser totalmente diferentes de los que presentamos nosotros.

Otra forma equivocada de pensar es que debemos dar a nuestros hijos todo lo que no tuvimos. Aceptemos que no teníamos tantas cosas y no las necesitábamos realmente.

La prueba es que nos encontramos hoy en el mundo, habiendo crecido, formado nuestra propia familia, realizándonos profesionalmente. Es decir, encontramos nuestro camino.

Algunos más felices, más prósperos. Otros, que han pasado por penurias, por dificultades, pero que les han garantizado la firmeza moral y la nobleza de carácter.

Lo que debemos exaltar en nuestros antepasados es precisamente esto: la firmeza de conducta que han demostrado, su lucidez, su sentido de los límites, su honestidad.

En fin, valores imperecederos que debemos transmitir a nuestros hijos. Valores de todos los tiempos: el honor, la verdad, el trabajo, el ser útil al prójimo.

Por lo demás, no podemos olvidar que los tiempos han cambiado, la tecnología ha avanzado, el mundo es diferente.

Los peligros que hoy están presentes para los pequeños no existían, en esa dimensión, en nuestra época.

Diversiones, bromas, algunas persisten, pero con modificaciones.

Pensemos en ello y ejerzamos nuestro sagrado papel de orientadores de esas almas que Dios nos confía para ayudarlas a crecer para Él.

A transformarse, en el mundo, en hombres de bien, en ciudadanos que marquen la diferencia allí donde estén.

Seres interesados en el estudio, en el trabajo, en pensar en un futuro mejor para todos.

Estemos seguros de que no acertaremos siempre, de que nos equivocaremos en la conducta educativa de nuestros hijos.

Sin embargo, tengamos la conciencia tranquila de que buscamos enseñarles lo mejor de lo bueno, de lo bello, de los valores de un hombre integral.

Redacción del Momento Espírita, inspirado en el
 
seminario Educação e violência, de Raul Teixeira, de
27.04.2003, del VI Simposio Paranaense de Espiritismo.
El 24.5.2022.

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