En la actualidad, vivimos un tanto distantes unos de otros. Puede sonar una paradoja, pero cuando tenemos tantas formas de comunicación, en tiempo real, estamos muy distanciados.
Al hablar de los niños, por ejemplo, constatamos que la mayoría de ellos usan tanto la internet que apenas tienen tiempo para jugar.
Los menores dicen que usan el teléfono móvil incluso durante las comidas u otros momentos familiares.
Exactamente en esos períodos cuando todos podrían olvidar un poco los teléfonos móviles para una conversación saludable de ojo a ojo.
Buscando el equilibrio en el uso de la tecnología para mejorar las relaciones familiares, algunas instituciones religiosas se reunieron para una acción conjunta.
En un encuentro con participantes de diversas edades, una educadora y narradora de historias abordó el tema, de forma tan inteligente, que involucró a todos.
Después, ella propuso la división en parejas para que uno hablara al otro acerca de sí mismo.
Fue entonces cuando surgieron maravillosos descubrimientos.
Una madre narró, encantada, que acababa de descubrir verdaderos secretos de su hija adolescente. Cosas que ella nunca le había contado antes.
Por su parte, la joven se decía feliz por haber sabido cosas muy interesantes sobre la vida de su madre. Y lo que la espantó fue descubrir que su madre amaba bailar, como ella misma.
Una niña de siete años descubrió que el plato favorito de su prima, con quien suele jugar, diariamente, es la lasaña. ¿Cómo no lo había sabido?
Ahora, cuando ella viniera a jugar a su casa, le pediría a su madre que le ofreciera ese plato a su prima.
Dos adolescentes, que se conocían de lejos, por frecuentar la misma escuela, se sorprendieron, al descubrirse allí, adeptas de la misma religión.
Y, en la conversación, se dieron cuenta de que tenían miedos en común, les gustaban las mismas canciones y el mismo género de películas.
Fue hermoso ser testigo de una pareja formada por una anciana y un niño de ocho años. Él se quedó muy interesado al saber que ella había nacido en el mismo país que su abuelo. E hizo muchas, muchas preguntas.
Y así hubo descubrimientos y más descubrimientos durante aquellas tres horas de la programación. Fue una clara demostración de que la convivencia con el otro puede reservar hermosas sorpresas.
Por último, dejó claro que si somos capaces de tomarnos un tiempo sin mirar el teléfono móvil, podemos tener una conexión mucho más profunda y real con otras personas.
Y ese contacto podrá revelarnos riquezas personales de los que viven en nuestro entorno.
Personas con las que estamos todos los días, lado a lado, pero, habitualmente, no conversamos, no intercambiamos ideas, no nos revelamos mutuamente.
He aquí una sugerencia. ¿Qué tal si, en este nuevo año que aún está despertando, nos tomamos unos descansos de la tecnología, nos desconectamos del teléfono móvil en ciertos momentos, y miramos hacia el lado para decir: Hola, ¿cómo estás?
Será sólo el comienzo de redescubrir la alegría de hablar mirándonos a los ojos, estrechando la mano, intercambiando abrazos.
La magia de la convivencia.
Redacción del Momento Espírita, con base en el
artículo E a magia se fez, de Martha Ríos Guimarães,
de la Revista Internacional de Espiritismo, de
diciembre de 2018, ed. O CLARIM.
El 13.4.2022