Una soleada mañana, padre e hija disfrutan de su tiempo juntos en una cancha de deportes.
Ella, a los nueve años de edad, hace que el padre haga de portero y patea seguidas veces la pelota apuntando al deseado gol.
Le falta práctica, le falta experiencia, por supuesto, y la mayoría de los intentos son frustrados.
Cada vez que la pelota sale, ella oye ¡Fuera!, o ¡Fallaste!
El padre se da cuenta que ella se va desanimando, perdiendo la paciencia consigo misma, emitiendo sonidos de rabia, cada vez que la pelota no sigue en la dirección esperada.
Él, entonces, cambia la estrategia. No quiere simplemente facilitar las cosas para ella, pues sabe que no es así como se prepara un hijo para el mundo.
Pero, en lugar de decir fallaste o fuera, con tono frustrado, él empieza a gritar: ¡Casi!
Y ese casi viene con tono de entusiasmo, de alegría, de ¡casi allí!, de ¡fallaste por poco!
Increíblemente, el humor de la niña se transforma. Ella continúa pateando muchas veces fuera, en el travesaño, pero con una alegría inmensa, alegría de quien continúa intentando sin desanimarse.
En aquel casi emocionante del padre estaba el elogio al intento, estaba la felicitación por la persistencia, por el esfuerzo, mostrando que cuantos más intentos hubiera, más pelotas dentro ella lograría.
Y fue exactamente lo que ocurrió. Ella comenzó a hacer muchos más goles que antes. Y cada antiguo error, se convirtió en un divertido ¡Casi!, lleno de risas.
* * *
Pensemos en nuestras vidas, en nuestras actitudes. La mayoría de las veces, queremos hacerlo bien, nuestras intenciones son buenas y están dentro de la comprensión que tenemos sobre tal o cual situación.
Llamarlo error, falta, defecto, parece crueldad hacia uno mismo.
Quién sabe si cambiamos el no pude, o erré, o no resultó, por el casi, consigamos percibir que lo intentamos, que fuimos a buscar y que tenemos que darnos nuevas oportunidades.
Las leyes divinas nos conceden siempre nuevas oportunidades. ¿Por qué nosotros mismos no nos las daríamos?
No se trata de engañarse con palabras amenas, como algunos pueden pensar. Se trata de ser autoexigente, sí, pero exigir de uno mismo de la forma correcta, sin juicios fríos, sin autodesaliento ni autodesprecio.
El casi de la broma del padre y la hija corresponderá a decir o sentir: Esta vez no lo logré. Llegué cerca y ahora sé cómo hacerlo mejor. O Todavía no lo he alcanzado.
Cuando alguien fracasa, en cualquier actividad, eso no representa debilidad de esfuerzo o falta de voluntad bien dirigida, sino se convierte en un elemento de experiencia para futuros intentos.
Todo intento que no resulta como un éxito, se transforma en mensaje de conquista de valor que podrá ser utilizado en una nueva ocasión, posibilitando el éxito en otro momento.
La voluntad, por eso mismo, no cede cuando fallecen los resultados, repitiendo la experiencia cuantas veces sea necesario hasta que se alcancen los intereses que se tienen en mente.
Dibujado un objetivo interior, de inmediato fuerzas complejas se presentan para que sea conquistado.
Repitiéndose el intento, se crea el hábito de actuar y, por consiguiente, éste se convierte en elemento vital para la voluntad.
Sin una voluntad bien dirigida, no hay vida sana.
Redacción del Momento Espírita, con frases del
cap. 2, ítem Vontade, del libro Triunfo pessoal,
por el Espíritu Joanna de Ângelis, psicografía
de Divaldo Pereira Franco, ed. LEAL.
El 22.3.2022.