Momento Espírita
Curitiba, 22 de Dezembro de 2024
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ícone ¿Con pesar?

¿No suena extraño que los que afirmamos creer en la inmortalidad del alma, que divulgamos, a los cuatro vientos, que la vida prosigue más allá de esta vida, seamos los que, informados de la muerte de alguien, expresemos nuestro pesar?

Quizás debamos volver a leer las páginas que nos fueron dirigidas y que nos preguntan: ¿Acaso deberemos lamentar que, estando prisioneros, uno de nosotros se libere antes, por haber cumplido toda su sentencia?

Naturalmente, siempre que la muerte abraza a alguien a quien estimamos y, sobre todo, si amamos intensamente, nuestro corazón sufre.

Dicen que, en la Tierra, el dolor más punzante es el de la separación física de nuestros amores.

Eso es porque el ser amado, dejando de estar con nosotros, nos priva de su presencia, de su calor.

Extrañamos la risa, la sonrisa, el cariño.

Sí, la partida de los afectos, de los amigos, de los que conviven con nosotros en las tareas de orden profesional o voluntario, nos duele.

Su ausencia es sentida a cada paso. Su presencia es recordada, a cada momento, en que volvemos a realizar algo que hacíamos juntos.

En algunos días, la nostalgia parece disminuir. En otros, parece volverse más aguda e intensa.

Sin embargo, pensemos que el que parte ha completado su tarea y los que nos quedamos, la necesitamos concluir.

Recordemos que la verdadera libertad, para el Espíritu, consiste en el rompimiento de los lazos que lo atan al cuerpo.

Por lo tanto, deberíamos felicitarnos con el que se liberó, sobre todo si, examinando sus actos, nos damos cuenta de las tantas bendiciones distribuidas por él.

Es común, ante el cuerpo de aquel que cerró los ojos de la carne, que recordemos lo importante que era para nosotros, para la comunidad, para los compañeros.

Sigamos, pues, recordándolo así, alabando por poder presentarse ante la conciencia liberada, con muchos frutos en las manos.

Con muchas buenas acciones, que lo refrendan para ser bien acogido por los Espíritus del bien, para ser bien recibido por tantos amores que, de esta vida o de experiencias anteriores, lo aguardan jubilosos.

Aquí, es una despedida. En el más allá es el regreso de alguien que realizó un corto o largo viaje.

Recordamos a los cristianos primitivos, que entraban en la arena entre himnos de alabanza, para enfrentar a las fieras que los habrían de masacrar.

Cantaban, uniéndose al Padre Celestial, que los envolvía en vibraciones superiores, de forma a insuflarles aún mayor coraje para el martirio.

Así, ante la muerte que se presenta y, casi siempre en el momento en que menos se espera, aprendamos a orar.

E interpretando el dolor que va en el alma de los familiares, manifestémonos a ellos de forma diferente.

Sean nuestras palabras de buen ánimo, de aliento, de apoyo.

Si tenemos que anunciar, a quien sea, la muerte de un compañero, de un amigo, de un amor, escribamos algo que exprese nuestros mejores sentimientos.

Entendemos su dolor en este momento.

Oramos por su fortalecimiento moral.

Vibramos, en oración, por el compañero que partió. Que los buenos Espíritus lo envuelvan en luz.

Cuente con nosotros. Estamos aquí.

Redacción del Momento Espírita
El 3.3.2022.

 

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