Fui despertado dos minutos después de medianoche. Una amiga me informaba la desencarnación de un amigo, residente en otra ciudad.
Él llevaba meses luchando contra un cáncer terrible que parecía devorarle la intimidad física. Estuvo internado por un largo tiempo para un agresivo tratamiento quimioterápico.
Había regresado a casa. Nos había escrito diciendo cuánto persistía en el fortalecimiento moral, gracias a las oraciones y el cariño de su esposa, que lo asistía, de forma desvelada.
Muchos mensajes intercambiamos en esos meses. Hablábamos de todo y de nada. Buscábamos dirigir el pensamiento hacia lo que le propiciara un poco de alegría, en medio de tanto sufrimiento.
Él jamás reclamó. Decía que razones profundas, tenía certeza, de un pretérito que no recordaba, eran el origen de todo lo que le ocurría ahora.
Por algunos días, involucrado en el trabajo, olvidé el drama del amigo lejano. Pero hoy por la madrugada, cuando supe de su partida, fue muy interesante.
Durante más de una hora, estuve recordando cada momento en que disfruté de su compañía.
Conocí a sus hijos pequeños, a su esposa. Disfruté de la calidez de su hogar.
Más de una vez encontré su sonrisa y los brazos abiertos, esperándome en el aeropuerto, cuando seguía para las actividades doctrinarias que nos hermanaban.
Incluso cuando hablaba, él sonreía. Un compañero de trabajo especial. Esposo, padre.
Recordé tantos momentos preciosos. Interesante cómo funciona nuestra mente. Cuando supe de su partida, agradecí, es verdad, de inmediato, su liberación, considerando que llevaba días sufriendo por la insuficiencia pulmonar, respirando a duras penas.
Sin embargo, luego, como en una avalancha de recuerdos, todo fue aflorando. Y una película colorida, maravillosa, fue siendo proyectada en la mente.
Recordé el paseo maravilloso por las Cataratas del Iguazú, de las bromas. Recordé que, en helicóptero, su esposa, uno de los hijos y yo, sobrevolamos las Cataratas. Pocos minutos.
Sin embargo, cuando regresamos, allí estaba él esperándonos, en el lugar del aterrizaje, saludando y abrazando a cada uno de nosotros, como si hubiéramos estado separados por mucho tiempo.
Se llamaba Carlos. Partió. Estamos seguros que fue muy bien recibido en la Espiritualidad, por su postura amorosa, su fidelidad al hogar, su dedicación al trabajo voluntario.
Una persona especial. Él se fue. Después de todos los recuerdos que nos hicieron sonreír, le enviamos nuestra nostalgia, nuestra ternura y oramos profundamente.
¿O será que, mientras recordábamos tantas vivencias ya no estábamos dirigiéndole nuestras mejores vibraciones y agradeciendo a Dios por haber disfrutado de una amistad tan generosa?
¿No es extraño que, mientras nos encontramos en el camino, nos olvidemos de algunos amigos durante horas e incluso días?
¿No es extraño que no podamos recordar los miles de momentos de convivencia?
Sin embargo, cuando se va, todo sale a la luz, nos emociona, nos hace sonreír y llorar.
Tal vez esa sea la forma de honrarlo y, mentalmente, acompañar su caminata en los pasos iniciales para la Espiritualidad que él ahora respira.
Amigo Carlos, donde estés, Jesús sea contigo.
Redacción del Momento Espírita, en homenaje a
Carlos Seris Giese, desencarnado en la madrugada
de 12 de febrero de 2021.
El 7.2.2022.