Se cuenta que, cuando el benefactor espiritual Emmanuel se presentó a Francisco Cândido Xavier (Chico Xavier), proponiéndole las líneas generales del trabajo que juntos habrían de emprender, le dijo que él tenía la incumbencia de escribir, mediúmnicamente, treinta libros.
Cuando la marca fue alcanzada, Chico se reportó al Espíritu amigo, diciéndole que estaba feliz por haber cumplido la meta. La respuesta fue que ahora empezaría una segunda etapa, de treinta libros más.
En enero de 1959, los sesenta libros estaban publicados. Chico se preparaba para cambiar de residencia a otra ciudad y, con alegría, constató que había cumplido lo establecido.
Entonces, el benefactor espiritual explicó, con paciencia: Has preguntado si nuestra tarea estaba completa. Quiero comunicarte que los mentores de la Vida Mayor, ante los cuales también debo ser disciplinado, me advirtieron que nos cabe llegar al límite de cien libros.
Chico entendió, en aquel momento, que debía producir y producir, hasta el final de su vida.
Por su bendita facultad mediúmnica, salieron a la luz más de cuatro centenares de obras. De ellas, alrededor de ciento diez, de la autoría del Espíritu Emmanuel.
Interesante la forma en que el benefactor fue estableciendo metas menores, objetivando alcanzar una meta mayor.
No le dijo, desde el principio, la enorme cantidad de libros que debería producir. Eso podría, eventualmente, haber asustado al joven médium.
Siguiendo más o menos esa línea, una terapeuta, después de leer un artículo científico de psicólogos americanos, acerca de los beneficios de la gratitud, propuso un desafío para sí misma: estar durante veintiún días sin quejarse de nada.
Sería un período ininterrumpido de gratitud. Todos los días ella ejercitaría el sentimiento. Todas las noches, antes de dormir, dedicaría algunos momentos para reflexionar cómo había sido su día, lo que había sucedido para sentirse agradecida.
Y, aunque los acontecimientos no habían sucedido exactamente como ella había planeado o quería, evitaría quejarse. Sólo agradecería.
Los días fueron pasando. La experiencia confiriéndole buenos resultados y un gran bienestar.
Vencida esa etapa, ella se propuso una meta de cien días de gratitud que, alcanzados, evolucionaron para trescientos.
Los dos ejemplos atestiguan que cuando deseamos alcanzar un propósito elevado que, eventualmente, nos pueda atemorizar por la grandiosidad, si establecemos metas menores a ser alcanzadas en períodos no muy largos, obtendremos éxito.
El escalador que desea vencer la montaña imponente, por su altura, empieza por establecer cuántos metros subirá por día.
El alcohólico, en el anhelo de su liberación, estipula: Solamente hoy no beberé.
Mañana, repetirá la cuestión y, sucesivamente, hasta la liberación total del vicio.
Todo es así en la vida. Vivir es vencer cada hora, cada día, cada semana, cada mes.
Un año es una etapa vencida. Cada aniversario es la conmemoración de la victoria de haber vivido otros trescientos sesenta y cinco días.
Pensemos en eso y no temamos invertir lo poco en lo mucho. La caminata empieza con el primer paso.
Redacción del Momento Espírita
El 22.11.2021.