Una de las últimas apariciones de Jesús a los discípulos se dio en el Tiberíades y fue conocida como la pesca maravillosa.
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, Natanael de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos.
Salieron a pescar, pero aquella noche no pescaron nada.
Al amanecer, vieron a un hombre en la playa al que, en un primer momento, no reconocieron.
Era el Maestro, que les preguntó tranquilamente: Hijos, ¿acaso tenéis algo para comer? Respondieron de forma negativa.
Entonces echad la red hacia la banda derecha del barco y encontraréis. Así lo hicieron prontamente, atendiendo a la sugerencia.
Cuando comenzaron a recoger, se dieron cuenta de que estaba muy pesada debido a la gran cantidad de peces.
Fue sólo entonces que uno de ellos dijo: ¡Es el Señor! Y fueron a Su encuentro.
* * *
El pasaje es bastante significativo. Posee diversos componentes que merecen nuestra reflexión más atenta.
Uno de ellos se refiere al hecho de que los discípulos no reconocieron a Jesús de inmediato.
Justo ellos que pasaron tanto tiempo a Su lado, acompañando Sus días, disfrutando de la compañía tan iluminada y transformadora.
Reflexionemos si muchas veces no somos así también, aquellos de nosotros que estudiamos, que sabemos los hechos de memoria, que nos colocamos como heraldos de Sus lecciones sublimes pero, en los momentos críticos, no reconocemos a Jesús.
Somos desatentos, descuidados y nos dejamos absorber por los quehaceres de la existencia.
No reconocemos a Jesús en los más pequeños necesitados que cruzan frente a nuestra mirada.
No reconocemos a Jesús en las oportunidades de trabajo en el bien.
No reconocemos a Jesús en el amor que recibimos de los que están a nuestro lado.
Otra enseñanza precisa del pasaje, se refiere a la orientación segura transmitida por el Maestro: Echad la red hacia la banda derecha del barco y encontraréis.
Jesús, incluso después de despedirse de la vida corporal, se mostraba aún atento en alimentar a Sus hermanos menores...
Por eso les dio el consejo de echar la red hacia el lado derecho del barco, donde Él sabía que había un cardumen.
Milenios han transcurrido y el Rabí de Galilea aún está entre nosotros, como Gobernador del planeta, ensenándonos la banda del barco que nos ofrece el alimento del alma.
Sus lecciones, Su ejemplo, Sus trabajadores incansables son voces constantes en el mundo para decirnos dónde pescar mejor.
¿Cuántas veces dejamos de escuchar al Maestro? ¿Cuántas veces oímos claramente la orientación amorosa, pero elegimos pescar en la otra banda?
El libre albedrío nos permite vivir así durante mucho tiempo. Sin embargo, el hambre y la madurez nos hacen pensar mejor y empezamos a confiar más en quien sabe más.
El mensaje de Jesús es la banda derecha del barco, es el lado de la red llena de peces, de la pesca maravillosa de los días mejores.
Que podamos escuchar la voz apropiada del Maestro en todas las situaciones que la vida nos presente.
Estemos atentos. Jesús permanece a nuestro lado.
La red exigirá de nosotros fuerza, trabajo, sacrificio, pero el resultado de la pesca nos alimentará por mucho tiempo.
Atendamos a la invitación.
Redacción del Momento Espírita
El 9.8.2021.