Cuando el día se presente triste y las nubes de la desesperación estén nublando nuestro entusiasmo;
cuando los dolores se presenten de tal forma implacables y el cansancio nos envuelva, con la intensidad que nos lleva a desear simplemente cerrar los ojos y olvidarlo todo, hagamos una breve interrupción en nuestras actividades.
Permitámonos mirar nuestro entorno y observar que todo en el mundo tiene un tiempo de ejecución, de agitación, de frenesí, seguido por períodos de calma, de descanso, de hibernación.
Ante el invierno riguroso, los árboles deshojados se recogen a la propia intimidad, disminuyen los latidos de su corazón vegetal y esperan. Simplemente esperan.
Esperan que pase la tormenta, que los vientos amainen y el frío desista de castigarlos. Entonces, ante el sol de una divina primavera, se permiten despertar.
Y explotan en follaje y flores, en exuberante alegría.
Los animales se recogen a las madrigueras, a las cuevas, a los nidos. Esperan. Esperan que la bonanza llegue, que el sol los bendiga, que el viento se vista de suave brisa y regresan a la labor de todos los días.
Volar, proveer el alimento, preparar el abrigo para las crías que vendrán, cantar, cazar, alimentar a las crías, luchar contra el depredador natural.
Y si todavía el día nos parece sombrío y la esperanza no quiere anidar en nuestro corazón, entonces volvamos nuestra mirada a quienes viven con resignación la rigurosidad de la propia vida.
Alguien, como Claudio Vieira de Oliveira, nacido en el interior del Estado de Bahía, Brasil, hace cuarenta años.
Desde su nacimiento, vive con una enfermedad muy rara, llamada artrogriposis múltiple congénita.
A causa de ella, tiene las piernas atrofiadas, los brazos pegados al pecho y la cabeza hacia atrás.
Hubo quienes sugirieron, cuando nació, en abril de 1976, que él no fuera alimentado, finalizando así, aún bebé, su sufrimiento.
De inmediato, el padre se opuso, diciendo que era su hijo y lo criaría, hasta cuando Dios quisiera.
Gracias a la decisión de los padres y, principalmente, a la fuerza de la madre, Claudio aprendió a caminar de rodillas y a hacer diversas actividades con la boca, como escribir, usar la computadora y el celular.
Él afirma que, aunque con sus diferencias, siente que tiene dos alas para volar. Tiene el mundo entero para conquistar.
Tengo, dice, conciencia de mi potencial, y coraje de luchar por días mejores.
Claudio cursó la facultad de contabilidad y pasó a viajar por el mundo dando conferencias motivacionales.
Su increíble historia de superación él mismo la cuenta en su libro El mundo está al revés: la vida de un hombre que nació con la cabeza hacia atrás.
Mirando a este ser humano que, al nacer, tuvo el pronóstico de que no habría de sobrevivir por mucho tiempo, con certeza, habremos de repensar nuestro cansancio y nuestra desesperanza.
Como la naturaleza, aprenderemos que todo tiene su tiempo correcto, bajo la mirada de Dios. Y proseguiremos.
Proseguiremos, inspirados por la garra y el coraje de personas como Claudio Vieira de Oliveira.
Mirémonos en esos ejemplos. Levantemos el ánimo y prosigamos. Todos hemos nacidos para ser victoriosos.
Redacción del Momento Espírita, con datos
de la vida de Claudio Vieira de Oliveira.
El 30.6.2021.