Este es un momento de dolor. Monitoreamos el creciente número de muertes, de contaminados, de personas que esperan en los hospitales una vacante para el debido tratamiento.
Podemos evaluar el dolor de quienes ven al ser amado irse repentinamente, ya sea el cónyuge, el hijo, el amigo, el novio, el prometido.
No importa. Son afectos cuya separación desgarra el alma. Por eso, nuestras palabras quieren llegar a ti, que sufres este dolor que solo lo conocen en su profundidad, quienes ya lo han sufrido.
Para quien vio al ser querido hacer el viaje final, dejando un gran vacío en su vida, por su ausencia física.
Sí, todos sabemos que la muerte nos llegará, más día, menos día. Sin embargo, seguimos siendo, a pesar de tantos años de Cristianismo, a pesar del mensaje de Inmortalidad que nos legó Jesús, seres que no estamos convencidos de que la permanencia en la Tierra es transitoria.
No podría ser de otra manera. Si pensáramos que mañana vamos a morir, no lucharíamos para ganarnos la vida honestamente cada día, no pensaríamos en entregarnos a estudios exhaustivos para contribuir positivamente al mundo.
Si pensáramos que la muerte nos espera a la vuelta de la esquina, no consideraríamos tener un hijo, porque solo para verlo nacer tenemos que esperar nueve meses.
Es de la naturaleza humana, y está contenida en la ley de conservación, ese amor a la vida. Igualmente, se inserta en la ley del progreso, establecida por Dios, el deseo de crecer, de producir mejor.
Está establecida en la ley del trabajo esa fuerza que nos mueve a buscar el puesto, la función, la profesión que nos permita no solo nuestro bienestar, sino el de los demás, nuestros hermanos.
Lo que pasa es que esta vida es tan extraordinaria, maravillosa, llena de luz, de color, de esperanza, que nos estamos olvidando de que no somos de aquí. Que solo estamos de paso.
Entonces, cuando llega la muerte, siempre es una sorpresa. Decimos esto con nuestras palabras: No esperaba esto.
¿Él se murió? ¿Cómo? Ayer hablé con él. Almorcé con él.
Y nos vestimos de crepe.
Por eso, amigo oyente, en este día deseamos llegar a tu corazón especialmente para decirte que deseamos abrazarte.
Siéntete cómodo en nuestro corazón. Siente las vibraciones de nuestro afecto alcanzándote. Ya sea que estés en el hospital, enfermo o esperando que alguien mejore; si estás siguiendo el cuerpo de tu afecto hacia lo que llamamos la última morada, en la carne, siente las vibraciones de nuestra ternura.
Estamos orando por ti, por tus amores, encarnados o desencarnados.
Muchos nos reunimos, todos los días, para orar al buen Dios por toda esta Humanidad que sufre. Pedimos que disminuyan los dolores, que se acabe la pandemia, que surjan para todos nuevos días, de sol, de felicidad.
Confía, amigo oyente. El mañana llegará con el sol brillando en los cielos. Los vientos vendrán a acariciar nuestro rostro y susurrarnos a los oídos:
Tú no estás solo. Dios está contigo. Jesús nos gobierna. Todo pasa. Eso también pasará.
Todos somos viajeros de la misma nave Tierra. Permanezcamos unidos, en la esperanza, en la fe.
Redacción del Momento Espírita
El 21.5.2021.