Momento Espírita
Curitiba, 22 de Dezembro de 2024
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ícone El autoconocimiento

Allan Kardec, codificador del Espiritismo preguntó a los Espíritus:

“¿Cuál es el medio práctico más eficaz que tiene el hombre para mejorar en esta vida y  resistir a la atracción del mal?”

Los Benefactores de la Humanidad contestaron:

“Un sabio de la antigüedad os lo ha dicho: conócete a ti mismo”.

La Doctrina Espírita nos muestra el camino que debemos recorrer para que consigamos ese intento: el autoconocimiento.

La jornada, por lo tanto, es en sentido contrario a lo que hemos buscado hasta el momento. Y hacia dentro de nosotros mismos, y no hacia el exterior. Alguno de nosotros no nos conocemos, no tenemos idea de quién somos, ni de cuál será nuestro comportamiento ante  determinada situación. En fin, somos un ilustre desconocido de nosotros mismos.

Por desconocimiento de nuestros sentimientos, a veces tomamos actitudes equivocadas que nos causan desagrado cuando nos damos cuenta de lo ocurrido.

Una señora afirmaba siempre que se un día la asaltaran se quedaría inmóvil, petrificada, que seguramente no tendría fuerzas para reaccionar.

Su amiga, a la vez, decía que reaccionaría y  que, si fuera preciso, lucharía.

Un día, ambas estaban conversando en la acera. Un muchacho pasó y llevó el  bolso de la que había dicho que reaccionaría. Ella se quedó paralizada.

La otra, que había afirmado que se quedaría inmóvil, salió corriendo atrás del muchacho pegándole con su bolso en la espalda y gritando para que la devolviese.

El muchacho, que no esperaba tal reacción, tiró el bolso al suelo y se marchó.

Esto prueba que ambas desconocían sus tendencias, pues ante una situación inesperada tuvieron reacciones contrarias a las que afirmaban tener.

Muchos de nosotros también nos desconocemos, no solemos hacer un análisis profundo de nuestra intimidad.

Así, fácilmente nos sorprendemos con nosotros mismos delante de situaciones inusitadas.

Para que sepamos cuánto orgullo y egoísmo, peores llagas de la sociedad, conllevamos aún  con nosotros, basta que nos observemos con sinceridad en los pequeños actos cotidianos, que lo percibiremos claramente.

Observando nuestra reacción delante de la indiferencia de un amigo. Del poco caso que hacen de un  trabajo que ejecutamos, del peinado o de la ropa que vestimos, o cuando alguien nos llama la atención.

Cada persona es un universo que precisa ser descubierto para que pueda hacer brillar la luz que yace latente en su íntimo.

Si dirigimos la atención hacia nuestra intimidad, nos daremos cuenta que hemos hecho muchas conquistas, pero que aún nos falta andar algunos pasos para que brille, de hecho,  nuestra luz. Se trata solamente de una cuestión de tiempo y disposición. 

***

¿Usted sabía que San Augusto, uno de los padres de  la Iglesia, colaboró en la Codificación de la Doctrina Espírita?

La respuesta a la que nos referimos al principio fue dada por él. Recomienda que cada uno de nosotros haga como  él  hizo cuando vivió en la Tierra. Todas las noches hacía un análisis de cómo había sido su día. Se cuestionaba si hiciera algo contra Dios, contra su prójimo y contra él mismo. Y siempre buscaba corregir lo que precisaba ser corregido, buscando ser cada día mejor que el día anterior.

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