Era un hombre rico, justo y bueno.
Miembro del colegio de los más altos magistrados del pueblo de Israel.
Tuvo la oportunidad de defender a un Amigo, entre setenta de sus pares. No temió perder el poder, la riqueza, el prestigio.
Lo más importante era el Amigo. Y el Amigo se llamaba Jesús.
El nombre del hombre rico era José, de la ciudad de Arimatea, en Judea.
El hombre bueno no pudo evitar el juicio arbitrario del Maestro, por el Sanedrín en Jerusalén, ni su condena.
Acompañó Su trayectoria de dolores y al verlo expirar en la cruz, rápidamente se dirigió al procurador de Judea.
Pilatos esperaba que los familiares del condenado Galileo vinieran a él para pedirle el cuerpo.
Extrañamente fue un miembro del Sanedrín, que se decía Su discípulo, quien vino a rescatarlo.
Pilatos cedió de inmediato. Tal vez porque aún estuviese un poco perturbado por el mensaje de su esposa, que había soñado con el acusado de aquel fatídico día.
O tal vez por las palabras misteriosas del condenado. O por la conciencia que le decía haber condenado a un inocente.
Con el permiso del procurador, José regresó apresuradamente al Calvario.
Necesitaba evitar cualquier intento brutal de los soldados contra el cuerpo de Jesús.
Dispuso Su retirada de la cruz. Y él mismo preparó todo, junto con otros amigos, para el entierro.
Las tiras para envolver las extremidades y el tronco. El sudario para cubrir la cara. La sábana de lino para envolver el cuerpo.
También preparó hierbas aromáticas especiales para embalsamarlo, según la costumbre judía.
Nada era demasiado para el Amigo.
Cerca del Gólgota, a unos treinta metros, José de Arimatea tenía una propiedad.
Era una especie de jardín. Había un sepulcro cavado en la roca, para que su propio cuerpo pudiera ser depositado un día.
Sin vacilar, cedió la tumba intacta para acoger el cuerpo del Amigo.
* * *
Nadie vive sin amigos. Incluso el Rey Solar los tuvo durante Su trayectoria terrenal.
Y en la muerte, Sus amigos Le sirvieron, mostrando su tierno afecto.
El libro bíblico del Eclesiástico se refiere a los amigos, más o menos así: Nada se puede comparar con un amigo fiel, y el oro y la plata no merecen ser puestos en la balanza con la sinceridad de su fe.
El amigo fiel es un bálsamo de vida y de inmortalidad. No existe medida para evaluar su valor.
El amigo fiel es una fuerte protección. Quien lo encontró, encontró un tesoro.
No abandones al viejo amigo. Con él ya has caminado muchos kilómetros e intercambiado confidencias.
El nuevo amigo es alguien que llega para enriquecer tu vida. Cultiva las nuevas amistades con celo y prudencia.
Recuerda que la palabra dulce multiplica los amigos y disminuye los enemigos.
* * *
Sabio es aquel que cultiva amistades con el celo de un jardinero.
En la prueba, siempre encontrará una presencia discreta para ofrecerle un hombro sobre el que llorar, un regazo para protegerse.
Feliz aquel que brinda al amigo lo mejor que tiene, porque reconoce la preciosidad de la amistad.
Redacción del Momento Espírita, con reflexiones del
cap. 6, versículos 11 al 16, del libro bíblico Eclesiástico.
El 22.1.2021.