Vivimos momentos curiosos. Todos los asuntos estaban en un segundo plano. Nada es más urgente que sobrevivir. El mundo estaba lleno de miedo e incertidumbre.
Un enemigo común, sin nacionalidad, sin rostro, sin causa declarada, puso al planeta de rodillas.
Y el ser humano, desde lo alto de su empatía de una especie dominante, tuvo que reconocer que no tiene control sobre todo.
¡Detengan lo que están haciendo! ¡Pospongan los compromisos! Cuídense y quédense en casa.
La distancia social parecía ser una de las alternativas de defensa. Mantenerse físicamente separados unos de otros y evitar las multitudes.
Una gran campaña invitó a todos a quedarse en casa.
Pero ¿qué significa esto de quedarse en casa?
¿Qué mensaje nos ofreció la vida con esta alternativa?
¿Qué mensaje están proclamando en voz alta las leyes más grandes del Universo en nuestros corazones y mentes?
Quedarse en casa, al principio, puede parecer solo una operación para evitar el contagio. Es lo que han ordenado las autoridades del Área de Salud.
Sin embargo, pensemos más.
Quedarse en casa significa una oportunidad de recogimiento, de reflexión, de revisión de pasos y prioridades.
Quedarse en casa significa estar en contacto con el hogar íntimo, el alma. Éste es nuestro verdadero hogar.
Es hora de mirar hacia adentro, de mirar lo que somos, lo que realmente queremos en la existencia y observar hacia dónde nos llevaba la vida hasta ese momento.
¿A dónde íbamos? ¿Cuál era la dirección principal de nuestra existencia? ¿Qué es lo que más nos preocupaba y ocupaba?
¿Cómo estaban nuestros seres queridos? ¿Cómo era nuestro tiempo para ellos?
Quedarse en casa también significa: ¡miremos a nuestra familia! Entendamos que son nuestra misión más importante. Nada es más importante que eso.
¿Qué sentido tienen tantas ambiciones en el área de la profesión, en el área de las finanzas, de las inversiones, si todo puede colapsar repentinamente?
Sin embargo, los lazos afectivos nunca se pierden. Las relaciones saludables nunca se desmoronan. Ni siquiera la muerte temida puede quitarnos eso.
Nos quedamos en casa. Nos quedamos con los nuestros. Les hablamos de cosas de las que nunca antes habíamos hablado. Expresamos nuestros miedos, escuchamos otros miedos.
Expresamos gratitud y abrimos nuestro corazón para recibir la gratitud de los demás.
Consolamos y fuimos consolados. Dijimos lo que pensamos, pero también escuchamos lo que piensan los demás.
Nos quedamos en casa, no salimos a la calle de las conquistas efímeras de la vida, no fuimos a lugares donde van multitudes de deseos perniciosos y de vanidades.
Nos quedamos en casa, miramos a los ojos, abrazamos el amor, abandonamos la rutina.
Nuestra vida no fue la misma después de que pasamos más tiempo en la casa del alma.
Y, curiosamente, encontramos que lo que aparentemente vino a enfermarnos, en realidad colaboró ??para curarnos.
Nos quedamos en casa. Nos conectamos con nuestra esencia divina. Sacamos fuerzas para afrontar las dificultades, fueran las que fueran. Quedamos fortalecidos. Encontramos la verdadera salud.
Redacción del Momento Espírita.
El 2.12.2020.