La fe es la confianza del ser en su destino. Es el sentimiento que nos eleva al Creador, la certeza que estamos en el camino que nos conduce hacia la verdad.
En general, para adquirir la fe inquebrantable, pasamos por tribulaciones de la duda y angustias que nos estorban el camino.
Si buscamos respuestas, si cuestionamos, tendremos como resultado una fe profunda, porque estará basada en todo lo que nuestra razón acepta como coherente.
La razón, decía el apóstol Pablo, es Dios en nosotros. Es un reflejo de la razón eterna.
No podemos ignorar su valor y utilidad. Si lo hacemos, estaremos subestimando la naturaleza humana y ultrajando la Divinidad misma.
La fe, iluminada por la razón, nos abre un vasto campo de acción consciente. Armoniza nuestras facultades y nos trae paz interior.
No se trata, por lo tanto, de una simple creencia en determinados dogmas religiosos. Está en la convicción que nos anima y nos arrastra hacia los altos ideales.
Cuando tenemos fe en nosotros mismos y aún la combinamos con la fe en el Padre de bondad, tenemos la capacidad de hacer grandes obras.
Así fue como Francisco de Asís revolucionó el pensamiento cristiano en la Edad Media, invitando a los hombres a volver al cristianismo primitivo.
Sensibilizó los corazones jóvenes que lo seguían, compartiendo su ideal de amor a Dios y a las criaturas. Un gran ecologista en su época, ejemplificando el respeto por todo ser vivo.
Fue así como la Madre Teresa de Calcuta superó todas las dificultades, incluso la mala voluntad de algunos, y fundó su obra de ayuda a los más pobres.
Atrajo hacia sí a personas idealistas que le apoyaron en sus esfuerzos y sus casas de benevolencia se extendieron por todo el mundo, siempre instaladas en los lugares más necesitados.
Así fue como la Irmã Dulce, en el Estado de Bahía, en Brasil, construyó un hospital, con su fragilidad orgánica, pero con gran fortaleza moral.
Se ha ganado el apoyo de muchos corazones, tocados por su energía.
Así fue como Divaldo Pereira Franco, también en Bahía, construyó una casa de bendiciones, la Mansão do Caminho. Asistencia al niño, a la familia, al anciano.
Pan para el cuerpo, pan para el alma con educación, desde la más temprana edad. Un proyecto para formar hombres instruidos e ilustrados. Hombres de bien para el mundo.
Todos motivados por la fe. La misma fe que mueve al artista, al pensador, al filósofo. Fe que es la visión de algo más grande, de un ideal soñado y que debe hacerse realidad.
Fe que descansa sobre la base sólida que le ofrecen el libre pensamiento y el libre examen.
Madre de las grandes hazañas y de los más nobles sentimientos, torna firme al hombre ante todo lo que le ocurre.
Poseedor de la fe, el hombre no se deja abatir por las luchas, por los contratiempos. Al contrario, firme, lo afronta todo.
Fe en sí mismo, Espíritu inmortal. La fe en un poder superior, que lo gobierna todo, lo preside todo.
Cuando todas las almas encarnadas en la Tierra se unan en esa poderosa fe, veremos la mayor transformación moral que jamás haya registrado la historia.
Empecemos por nosotros mismos, ahora, hoy, mientras haya tiempo.
Redacción del Momento Espírita, basado en el cap. XLIV,
pt. 5, del libro Depois da morte, de Léon Denis, ed. FEB.
El 9.11.2020.