En el año 2016, el telescopio espacial Hubble avistó la galaxia que fue considerada la más distante que comprobadamente hemos observado.
Un viaje en el tiempo, cuando el Universo tenía solo cuatrocientos ochenta millones de años, según los científicos.
Lo más sorprendente es su distancia de la Tierra: más de trece mil millones de años luz. Algo inimaginable para nuestra comprensión actual.
Sin embargo, este número pronto será superado. Cuando el Hubble se jubile, lanzaremos nuevos telescopios, más potentes, con tecnologías más increíbles y veremos aún más lejos.
Veamos: en poco tiempo el hombre salió de las cavernas y está observando las galaxias distantes ...
Sus conquistas exteriores son impresionantes, hermosas. Pero nos damos cuenta de que le falta realizar otra hazaña, tan importante como ésa, otro viaje pionero: la jornada hacia dentro de sí mismo.
El hombre quiere vivir en la luna, quiere poblar otros planetas, pero no quiere vivir dentro de sí mismo. Por eso, huye de su realidad a través de diversos medios psicológicos trágicos.
Somos genios en ciertas áreas, pero no sabemos vivir en sociedad, no sabemos lidiar con las pequeñas frustraciones, no sabemos perder...
Somos virtuosos, talentos capaces de impresionar a las multitudes con nuestra técnica precisa; sin embargo, no logramos mantener una relación sencilla con alguien.
No logramos lidiar con el otro a nuestro lado y nos aislamos.
Nuestros hijos nacen sabiendo muchas cosas. Tratan las nuevas tecnologías como si hubieran hecho cursos en el mundo de los Espíritus, antes de nacer.
Sin embargo, no saben hacer amigos. Llegan a la adolescencia y crean para sí avatares, identidades falsas y se aíslan. No logran manejar el contacto personal.
Los más pequeños tienen facilidades para los idiomas, realizan hazañas, aprenden a caminar con anticipación, hablan rápidamente. Sin embargo, llevan cargas inexplicables de violencia en su interior.
Nuestros ídolos, artistas, personalidades de renombre, que llaman nuestra atención por ser tan especiales en lo que hacen, que parecen tener la vida perfecta, a menudo ocultan la soledad, la tristeza y la falta de significado existencial, que conduce a algunos al suicidio.
Y nosotros, padres y madres, aprendemos a ser multitarea; a lidiar con varias cosas al mismo tiempo; a tener el control de todo; a tener información; a ver doscientos canales en la televisión mientras prestamos atención a los hijos y nos alimentamos.
Pero ¿a qué precio? ¿Por cuánto tiempo aguantaremos ese ritmo? ¿Nos conocemos lo suficientemente bien como para responder?
A veces, llegamos a la conclusión de que es hora de desacelerar nuestro ritmo, reducir las actividades. Sin embargo, casi siempre sólo cuando es tarde, cuando la depresión se apoderó de nosotros, cuando la ansiedad tomó el control o cuando algún cambio biológico más serio llama nuestra atención.
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Es hora de mirar hacia dentro, de conocer nuestras estrellas, nuestras galaxias íntimas, de explorar ese Universo, todavía tan inexplorado.
La vida se vuelve insostenible sin ese conocimiento.
Todo tendrá más sentido cuando busquemos nuestra esencia, cuando comencemos a entender quiénes somos, qué hacemos aquí y cuál es nuestro objetivo principal.
No nos dejemos llevar por las tribulaciones del mundo moderno y sus muchas distracciones.
Somos más grandes que todo eso. Somos más que las cosas materiales. Somos más que el tiempo, que el espacio. Somos Espíritus inmortales.
Redacción del Momento Espírita.
El 29.5.2020.