¡Dios! ¡Oh, Dios! ¿Dónde estás que no respondes?
¿En qué mundo, en qué estrella te escondes, embozado en los cielos?
Hace dos mil años te envié mi grito, que en vano desde entonces recorre el infinito…
¿Dónde estás, Señor Dios?...
* * *
De esta manera, el poeta de los esclavos lanzó su súplica, en nombre de la sufrida África, que tenía a sus hijos desarraigados de su seno para ser vendidos en todo el mundo.
Como él, en ciertos momentos de dolor profundo, dirigimos nuestros lamentos al cielo: ¿Dónde está Dios que no salvó la vida de mi hijo?
¿Dónde está el Dios de misericordia que permite que los hombres sean lobos de sus hermanos?
¿Dónde está Dios que no previene las grandes catástrofes? ¿Por qué no gobierna los mares, no calla los volcanes y no ordena que se aquieten las tormentas?
¿Dónde está Dios que permite que unos pocos hombres se elijan a sí mismos como guardianes de la justicia y maten a sus semejantes?
¿Dónde está Dios que no detiene el brazo asesino, la maldad generalizada; que no enmudece las bocas de la calumnia que destruyen vidas?
¿Dónde está?
Y aunque el sufrimiento nos hiera con dagas ardientes, entre nuestros sollozos, podremos oír la voz de los inmortales susurrando:
Dios está en ti, Su hijo. Omnisciente, omnipresente. Todo lo sabe, todo lo ve, todo lo preside.
Te quejas de las reacciones de la naturaleza, olvidando que éste es un planeta en el que las pruebas y las expiaciones se turnan y se repiten.
Es una escuela y el aprendizaje, a veces, es riguroso. Exactamente como para quien desea subir los escalones de la sabiduría, las horas de estudio se hacen arduas.
Los dolores que te alcanzan son aquellos que prueban tu resistencia, que desafían tu inteligencia, que te hacen crecer.
Nada sucede por casualidad y cada uno está exactamente donde debe estar, en el momento exacto.
Las convulsiones del planeta son los movimientos de reestructuración de un mundo en progreso. Progreso material. Se modifican los paisajes, se limpian los lugares.
Las locuras causadas por los hombres son producto del libre albedrío con el que Dios nos ha dotado a todos. Tú también lo tienes para crecer, aprovechando las lecciones que te maltratan.
Verifica que todos los grandes hombres han alcanzado la gloria en la ciencia, en las artes, en los hechos heroicos, por su voluntad de hierro para vencer.
Tú también lo puedes. Dios te desea feliz, pasada la tormenta que llevas en el alma.
El sufrimiento que te alcanza, pasará. Todo pasa. Aquellos que promueven el mal, responderán por sus actos insanos, tarde o temprano.
Nada está mal en este inmenso mundo de Dios. Y Él sabe de los dolores de tu alma, del hambre de justicia de tantos, de la incoherencia y locura de muchos.
No te desesperes. Permítete escuchar la voz que dice: “Hijo mío, tú me llamaste. Aquí estoy.
No estás solo. Estoy contigo. Sé fuerte. El sol volverá a brillar, el problema tendrá solución.
No llores la ausencia de tus amores. Ellos están contigo. Se trasladaron de una esfera a otra. Tus muertos están de pie.”
* * *
Si examinas todo desde la perspectiva de la justicia, entenderás que todo está correcto, en el plano de la Creación Divina.
Tranquiliza tu alma. Permítete sentir la caricia divina en la intimidad de ti mismo. Todo pasa. Cree.
Redacción del Momento Espírita, con versos
iniciales del poema Vozes da África, por Castro Alves.
El 4.5.2020.