¿Qué hacemos cuando vemos que miembros de la familia humana están siendo afectados?
Las naciones, los gobiernos sufren. Todos sufrimos porque estamos en el mismo hogar, la Tierra, separados solo por líneas fronterizas.
Cuando la pandemia cruzó fronteras, todos nos dimos cuenta. Somos una sola y enorme familia.
Y lo que es bueno para algunos lo es para todos. Lo que llega a algunos, llega a todos.
Por lo tanto, nos encontramos involucrados en el dolor de ver a muchos de nuestros hermanos enfermos y moribundos.
En medio del caos, nos damos cuenta de que realmente somos la imagen y semejanza de nuestro Creador.
Dios enciende luces brillantes en la lava destructiva. Dios renueva el aire después de la devastadora tormenta.
Dios borda el prado de flores y renueva el paisaje después de los abrumadores huracanes.
Sus hijos, nosotros, logramos encender lámparas en la oscuridad. Esperanzas en medio de la tragedia. Cantamos mientras las lágrimas abundan en nuestros corazones.
Levantamos nuestras oraciones, en todos los idiomas y en todos los credos.
Usamos la tecnología para unirnos. Presentamos espectáculos virtuales, nos encontramos con amigos, organizamos salas de reuniones, de estudios, de oraciones compartidas.
Suavizamos la nostalgia. Aprendemos a abrazarnos virtualmente, renovando el deseo de volver a encontrarnos, quizás, en breve tiempo.
En Italia, uno de los países más afectados por el coronavirus, que se propagó rápidamente, cobrando vidas, el coro Internazionale Lirico Sinfonico dio una lección de altruismo y gratitud.
En un ensayo virtual, reunió los componentes del coro e interpretó Va, pensiero, de la Ópera Nabucco de Giuseppe Verdi.
Para los italianos, el coro de esclavos hebreos, en el tercer acto de la Ópera, se convirtió en un símbolo de patriotismo. Esto se debió a que fue compuesta por Verdi durante la ocupación austriaca, en el norte del país, en 1842.
En momentos graves, el coro es recordado. Posiblemente, casi todos los italianos lo traen en su memoria y en el corazón.
Es un lamento, una oración que llora por la patria sufrida y perdida. Un clamor al cielo. Nada más apropiado para los días actuales.
Lo que emociona, además, no es solo el mensaje de esperanza para esos días que serán superados, vencidos.
Es el homenaje y la gratitud que se rinde a todos los trabajadores de la salud.
Creemos que nunca han sido tan honrados y recordados como en estos días.
Estos servidores que siempre están presentes frente a las tragedias, así como en el sufrimiento diario de los hospitales, de las clínicas, de los hogares. Ellos forman el pelotón que está al frente de la batalla.
Un frente en el que usan las armas de la ciencia médica, de su coraje para diagnosticar, para tratar.
Ellos también tienen familia y salud para preservar. Pero están allí, listos, luchando cada día, todos los días, por la vida de los demás.
No hay nada más justo que recordarlos, involucrarlos en nuestras oraciones.
Ojalá estos días sirvan para que todos meditemos sobre la fragilidad de la existencia y cuánto debemos aprovechar cada minuto que se nos da en la Tierra.
Que aprendamos que lo mejor es ser bueno, servicial, fraterno, útil.
Después de todo, necesitamos y dependemos inmensamente unos de otros, como miembros de una misma y gran familia.
Redacción del Momento Espírita.
El 20.4.2020.