¿Alguna vez has tenido la impresión de que los días pasan cada vez más rápidos? ¿Alguna vez has tenido la sensación de Navidades cada vez más cerca una de las otras, o de semanas que pasan tan rápido que ni siquiera nos damos cuenta de los días que pasan?
Esos son días de prisa, de desbandada, de intensidad. Son días en que las necesidades, los deberes y compromisos crecen y los días, las noches y las semanas están intensamente ocupados y ya no vemos pasar el tiempo.
Ya no nos asomamos a la ventana de la vida para verla pasar. No hay tiempo, o muy poco tiempo, para ver la vida. Solo nos queda tiempo para vivirla.
Con la mente constantemente ocupada, el pensamiento siempre está en el próximo compromiso, en el deber siguiente, en el compromiso que se acerca.
Se vive el tiempo de nuestros compromisos, el tiempo de la agenda llena de citas, el tiempo de fuera.
¿Qué pasa con nuestro tiempo de dentro? ¿Y el tiempo de nuestros sentimientos, de nuestro cuerpo, de nuestras necesidades interiores, será el mismo que el tiempo de fuera?
Al unirnos a tanto y a todo, los ojos, la mente y las preocupaciones se quedan con las cosas de fuera y nos olvidamos de las cosas de dentro.
El tiempo que nos dedicamos a vivir, no es el tiempo de nuestro organismo y de nuestras emociones.
¿Cuántas veces las comidas son tragadas atropelladamente u olvidadas, perjudicando el aparato digestivo?
Y la mente intensamente exigida, el control emocional bajo presión constante, los sentimientos siempre desafiantes no encuentran lugar para ser cuidados.
Vivimos como si solo tuviéramos un mundo exterior que cuidar, sin preocupaciones por el cuerpo, sin compromiso con el alma.
Como resultado, las enfermedades asoman de forma precoz, niveles de estrés o fobias se asientan en nosotros, indicando que algo está mal.
Es verdad que la vida está hecha de desafíos y que debemos cumplir con nuestras obligaciones profesionales, tratar de mejorar nuestras condiciones de vida, cumplir con nuestros compromisos ya asumidos.
Pero, nada de eso nos impide vivir como alguien que no se ha olvidado que tiene alma y ??que el cuerpo es solo el vehículo que utiliza para buscar el aprendizaje.
De esta manera, no te permitas involucrarte tan intensamente en las cosas del mundo, ya que éste es fugaz y pasajero y que eterna solo es tu alma.
También pon en tu agenda el tiempo para la oración, los momentos de meditación, las horas de reflexión tan necesarias para la vida interior.
Date la oportunidad de almorzar con el placer de sentir el gusto de la comida, de disfrutar de la compañía de quien comparte tu mesa, de respetar el tiempo de dentro.
Incluso cuando la vida nos exige mucho y el tiempo es escaso, las cosas de dentro siempre serán tan importantes como las cosas de fuera.
Pensemos en eso.
Redacción del Momento Espírita.
El 6.1.2020.