Lo que me encanta en el mundo es descubrir, cada día, que tengo muchas cosas más por aprender y vivenciar.
Inagotable aprendizaje.
Por más extensa que sea la vida humana, y existen las que sobrepasan un siglo, es demasiado corta para conocer todas las potencialidades de nuestro planeta.
Corta también para experimentar todo lo que ella puede proporcionar.
Cuando miro la variedad de la especie humana, cada uno con sus características específicas y el encanto que la mezcla produce, me extasío.
Ojos negros, marrones, azules, verdes. Gente con la piel negra y los ojos maravillosamente verdes. Gente que trae el cielo en los ojos y los rayos del sol enmarcándoles el rostro.
Gente con la piel rojiza, con todos sus rituales, creencias, adornos, homenajeando a sus ancestros.
La riqueza de la sabiduría medicinal del que se adentra en la foresta y trae en las manos las hierbas, las raíces para la cura de tantos males físicos.
Me encanta el propio ser humano, en sí mismo, en sus acciones.
Me conmueve verificar cuánta bondad y entrega hay en su alma. Basta un desastre natural para certificar su solidaridad y su compasión.
Antes de ser convocado, él corre a atender al prójimo. Se olvida del cansancio, del hambre y se entrega, auxiliando a sus hermanos durante horas y días.
Me conmueve constatar la extraordinaria resistencia de un bebé que, tras permanecer enterrado bajo los escombros durante horas, es rescatado llorando, diciendo al mundo: ¡Sobreviví! ¡Nací para vencer! ¡Soy un guerrero de la vida!
Me encanta la creatividad humana en las artes, en la ciencia. La genialidad de sus descubrimientos. La incansable búsqueda del saber. El sueño de vencer las distancias y alcanzar las estrellas.
La creatividad que fotografía una región inhóspita, un inmenso mundo de nieve y hielo, registrando el cuidado de Dios en cada detalle.
La creatividad que traduce en sonidos lo que el alma siente cuando se extasía con una puesta de sol, un rayo de luz, la lluvia fina que cae, el mar que se yergue, revuelto, gritando a los cielos: ¡Dios, oh Dios, calma la furia de mis entrañas!
La creatividad en la danza, en la composición de colores y objetos de un escenario, en la siembra de un jardín, moldeando arabescos entre el verde y la profusión de las corolas abiertas en alegría.
Me encanta cada vez que oigo las noticias sobre la dedicación de los investigadores, los científicos, encerrados en sus laboratorios, inmersos en la creación de vacunas y medicamentos para mejorar la vida.
Me encanta oír tantos clamores por la paz, por el bien, por el amor.
Gente que nada tiene y canta la esperanza.
Gente portadora de necesidades especiales, que supera todas las expectativas y demuestra que puede vencer, estudiando, trabajando, ofreciendo su propia contribución a la sociedad.
¡Gente! De todas las etnias, de todos los credos. Almas creadas por Dios, revestidas por cuerpos esculturales, deficientes, pequeños, medios, grandes.
¡Almas de Dios! ¡Mis hermanos!
Me encanta, particularmente, el tener la certeza de que todavía volveré a este mundo, muchas y repetidas veces.
Y que, entonces, en el transcurso del tiempo, podré disfrutar de tantos descubrimientos que vendrán, de nuevos tiempos de entendimiento entre las personas.
Seré niño otra vez, joven idealista, hombre maduro. Alma inmortal, regresaré para volver a encantarme con la vida, con el ser humano, con la increíble Creación Divina.
Redacción del Momento Espírita.
El 5.8.2019.