En el libro bíblico del Génesis, comienza el capítulo segundo: Al llegar el séptimo día, Dios descansó porque había terminado la obra que había emprendido.
Dios bendijo el séptimo día y lo santificó, porque en ese día descansó de toda Su obra creadora.
Entre la comunidad judaica, el tradicional Shabat evoca cuestiones absolutamente importantes.
La palabra hebraica significa cesar, parar. A pesar de ser vista casi universalmente como descanso o un período de descanso, una traducción más literal sería cese, con la implicación de parar el trabajo.
Por lo tanto, Shabat es el día del cese del trabajo. Su observancia es considerada de extrema importancia, apareciendo como el tercer de los diez mandamientos.
Recuerda el día sábado, para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu labor. Mas el séptimo día es el sábado para el Señor, tu Dios.
No harás ninguna labor, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tus bestias de carga, ni el extranjero que habita dentro de tus murallas.
Pues en seis días el Señor hizo los cielos y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos y el séptimo día descansó. Por eso, el Señor bendijo el día sábado y lo santificó.
El hombre absorbió esta normativa y, en las leyes laborales, estableció un día de cese del trabajo, implícitamente, de descanso.
Sin embargo, más allá de una propuesta laboral, entendemos la pausa como algo fundamental para la salud de todo lo que está vivo.
Si observamos el tercer mandamiento, veremos explicitado que el cese de actividades se refiere incluso a los animales.
La Sabiduría Divina estableció pausas relevantes. La noche es pausa, el invierno es pausa, incluso la muerte es pausa. Donde no hay pausa, la vida lentamente se extingue.
Para un mundo en el que funcionar veinticuatro horas al día parece no ser suficiente, donde el medio ambiente y la tierra imploran por un descanso, donde nosotros mismos no soportamos más la falta de tiempo, descansar se hace una necesidad del planeta.
De esta forma vemos, desde la alegoría bíblica de la Creación del mundo, que la cuestión del cese del trabajo se hace importante.
Todo necesita de descanso, nuestro planeta también. La Tierra, agotada, explotada constantemente, exige atención. Necesita de una interrupción de la continua explotación. Necesita de una pausa.
Así como todos los seres vivos la Tierra, según la hipótesis formulada por James Lovelock y Lynn Margulis, que consideran el planeta como un único y complejo organismo, necesita de descanso.
Es hora de reevaluar nuestra forma de vivir, en la que todo funciona veinticuatro horas. ¿Realmente lo necesitamos?
¿No sería interesante revisar nuestros valores y, mientras damos un descanso a la propia naturaleza, pensar en lo que hacemos de nuestros días?
Cesar el trabajo habitual, descansar, reposar, que no significan necesariamente no hacer nada, sino hacer algo diferente.
Pensemos en eso. Volvamos a vivir y a convivir con la naturaleza, que es sagrada.
Pausa para mirar lo que nos rodea, para respirar el aire puro. Pausa para vivir intensamente. Pausa para la propia Tierra sufrida, expoliada.
Pensemos en eso. Porque de eso depende la sustentabilidad del planeta en el que nos encontramos, o sea, nuestra propia vida.
Redacción del Momento Espírita, con base en el libro bíblico
de Éxodo, capítulo 20, versículos 8 a 10 y en el capítulo
Sustentabilidade como valor espiritual, del libro
Espiritismo e Ecologia, de André Trigueiro, ed. FEB.
El 7.5.2019.