Alice fue a una especialista en nutrición. Se realizó varios exámenes para averiguar cómo estaban sus niveles de minerales, proteínas, hormonas, azúcares y otras substancias en la sangre.
Se preocupaba con su salud y quería cuidar de su cuerpo.
La nutricionista le recetó, inicialmente, una dieta detox, para eliminar las toxinas.
A continuación, le indicó otra dieta que consistía en una reeducación alimenticia, priorizando la ingestión de alimentos naturales y orgánicos, retirando del menú lo que podría ser perjudicial para la salud, como las frituras, los refrescos, los dulces, los snacks y alimentos procesados, entre otros.
Ella comenzó entusiasmada la dieta desintoxicante. Sintió que su cuerpo respondía con más disposición.
Después, empezó la reeducación alimenticia, pero fue perdiendo el ánimo a lo largo de las semanas, sintiéndose privada de lo que le gustaba comer.
Se fue volviendo malhumorada, irritable. Finalmente lo abandonó todo, culpando al médico por no haber conseguido alcanzar su meta.
Al poco tiempo, estaba nuevamente ingiriendo los alimentos que no le hacían bien para la salud.
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Al igual que nuestro cuerpo, que necesita de alimentos saludables para estar bien, debemos proceder de la misma forma con la alimentación de nuestra alma.
Nuestros pensamientos son nutridos por lo que vemos, oímos y sentimos.
Si apreciamos las discusiones y los cotilleos, alimentamos nuestra alma con emociones y sentimientos tóxicos.
Si ponemos atención en las películas violentas, en las noticias escandalosas, en las músicas cuyas letras contienen vulgaridad, prejuicio, lecturas que refuerzan el materialismo y la desesperanza, contaminamos nuestros pensamientos.
Del mismo modo que es necesario hacer una dieta detox seguida de una reeducación alimenticia para equilibrar el cuerpo, es necesario también un detox para el alma.
¿Cómo hacerlo?
Reduciendo cada vez más la sintonía y la interacción con lo que es negativo, como los discursos que estimulan revueltas, odio, peleas, cotilleos…
Mirando hacia dentro de nosotros mismos, eliminando rencores y resentimientos arraigados.
Percibiendo cuán orgullosos y egoístas somos en la convivencia con familiares, amigos, compañeros de trabajo.
Al igual que el cuerpo necesita de una nutrición sana para que sus funciones sean equilibradas, nuestra alma necesita de pensamientos, emociones y sentimientos positivos para mantenerse en armonía.
A diferencia de Alice, que se dejó arrastrar por los viejos hábitos, tenemos que perseverar para no volver a actuar, sentir y pensar como antes de iniciar la dieta.
Bebemos agua fresca para limpiar el organismo. Para limpiar el alma, es preciso beber en la fuente más poderosa del Universo: el amor.
Si en las dietas del cuerpo hacemos cambios para mejorar la salud, hagamos también cambios en esa reeducación del sentir.
En lugar de sentir rabia, miremos al otro con compasión, sin las toxinas del orgullo y del egoísmo. Nuestro orgullo herido nos hace ver las cosas de manera retorcida.
Del mismo modo que luchamos para no ingerir golosinas y grasas, luchemos contra los deseos de venganza, de rebatir las ofensas y evitemos almacenar estos sentimientos en nosotros.
¡Si dejamos de alimentarnos con lo que hace mal al cuerpo y al Espíritu, tendremos una vida más larga, saludable, equilibrada y feliz!
Redacción del Momento Espírita.
Le 12.4.2019.