En Mainsfield, Inglaterra, un policía visitó la residencia de un señor de noventa y tres años, que había sido víctima de un robo.
Una casa sencilla, con muebles antiguos y retratos de una larga vida por las paredes, estaba en un estado lamentable. Todo estaba desordenado.
El oficial se conmovió al ver al señor sentado en una vieja poltrona, decepcionado y desorientado.
Tenía que hacer un informe, por lo que hizo una cuidadosa inspección en las habitaciones. Fue cuando, en la esquina opuesta de donde estaba el dueño de la casa, encontró un viejo piano.
Estaba cubierto de polvo. Hacía tiempo que nadie lo tocaba.
Abierto, sobre el atril del instrumento aún imponente, había un libro de partituras consumido por el tiempo.
El policía reconoció la pieza de la página expuesta: Nocturno en mi bemol, de Chopin.
¡A usted le gustan los nocturnos de Chopin! – Afirmó.
Sí, hijo mío. Este en especial, era mi favorito cuando aún tocaba el piano para mi esposa. Ella falleció, en Nochebuena, algunos años atrás.
¿Sabe usted que también era el preferido de mi abuela? – Dijo el policía, en el tono de quien busca entablar una conversación con el fin de distraer al morador y, quizás, consolarlo un poco, después de los hechos desagradables.
Entonces, sin pensarlo mucho, el hombre se sentó al piano y comenzó a tocar.
El anciano abrió los ojos de par en par y comenzó a tocar también.
Las manos arrugadas y trémulas tocaban las teclas en el aire, en una mezcla de interpretación al piano y director de orquesta.
El ambiente cambió. La música invadió cada rincón visible e invisible de aquel hogar de tantas historias vividas. Ya no había robo, ya no había casa en desorden. Hasta el tiempo había cambiado.
Todo esto en función de la sensibilidad de un hombre de la ley, que fue más allá de sus obligaciones cotidianaso, mejor dicho, que entendió su gran deber como hombre de bien en la Tierra.
* * *
Todos podemos ser instrumentos del bien en la faz de la Tierra.
En algún momento, en cualquier situación, podemos ser llamados a ser agentes de sensibilización, de consuelo, de auxilio en el mundo.
Y esto no está solo en los grandes gestos. De hecho, en este campo, lo que es considerado grande o pequeño, es bien relativo.
Somos todos capaces, basta la buena voluntad, basta querer y estar en sintonía con esta propuesta elevada de colaboración y de edificación.
Al despertarnos, diariamente, podemos proponernos íntimamente colaborar con la Creación, a ser también creadores.
Creadores de concordia entre las personas. Creadores de armonía en el ambiente familiar. Creadores de momentos de alegría para quien se acerque a nosotros.
Podemos ser la sonrisa donde haya seriedad. Podemos ser optimismo donde solo existan palabras negativas. Podemos ser calma donde reine la desesperación. En fin, podemos ser música en medio del silencio o del caos de los ruidos inquietantes del mundo atormentado.
Seamos agentes transformadores. Seamos la música suave y bella que invade los ambientes, sin que nadie la perciba, llevando armonía y sensatez a los pensamientos.
Redacción del Momento Espírita, con
base en relato recogido de internet.
Le 7.1.2019.