Momento Espírita
Curitiba, 22 de Dezembro de 2024
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ícone La indeseada de la gente

¿Ya nos hemos preguntado alguna vez qué haríamos si, repentinamente, una enfermedad cruel nos abrazase y fuese decretada nuestra sentencia de muerte?

¿O si, en plena actividad, la muerte llegase y nos llevase?

La proximidad de la muerte ya ha llevado a muchas mentes privilegiadas a reflexionar sobre la vida. Algunos transformaron esta reflexión en palabras.

El neurólogo y escritor ingles Oliver Sacks, con cáncer en el hígado, a los ochenta y un años escribió, en febrero de 2015, en el periódico americano The New York Times:

Me siento intensamente vivo y quiero y espero en el tiempo que me queda, profundizar mis amistades, decir adiós a los que amo, escribir más, viajar. Si me quedaren fuerzas, alcanzar nuevos niveles de comprensión y entendimiento.

Profesor de neurología y psiquiatría, estudioso de temas como percepción y consciencia, escribió: Por sobre  todo, he sido un ser consciente, en este hermoso planeta y solo eso ya ha sido un gran privilegio y una aventura.

En su carta de despedida confesó: No puedo fingir que no tengo miedo, pero mi sentimiento predominante es la gratitud.

He amado y he sido amado, he recibido mucho y he dado algo a cambio, he leído, he viajado, he pensado, he escrito.

Poco más de seis meses después, en agosto de aquel año, desencarnó.

A su vez, el escritor, educador, teólogo y psicoanalista Rubem Alves, que murió en el año 2014, dejó una carta para ser leída en su ceremonia fúnebre.

Escrita nueve años antes, además de reflexiones sobre la finitud de la vida, contenía instrucciones para cuando su hora llegase, como la declamación de poemas de autores que cantan la muerte.

Escribió: No tengo miedo de la muerte, aunque tenga miedo a morir.

El morir puede ser doloroso y humillante, pero para la muerte tengo una pregunta: ¿Volveré para el lugar donde siempre estuve, antes de nacer, antes del Big Bang?

Durante esos millones de años, no sufrí y no me afligí para que el tiempo pasase.

Volveré para allá hasta nacer de nuevo. 

*   *   *

Serenidad ante la muerte. Gratitud por la vida.

No fue otra la enseñanza ofrecida y vivida por nuestro Maestro Jesús.

En la llamada Última Cena, en Jerusalén, antes de Su prisión, juicio arbitrario y crucifixión, Él da orientaciones a los Apóstoles.

Se detiene en pormenores, predice sufrimientos que les llegarían, y finaliza con una sentida oración, en la que traduce la grandeza de Su Espíritu, preocupándose por los que se quedarían:

Padre, es llegada la hora. Glorifica a Tu hijo, para que también Tu hijo Te glorifique.

Te he glorificado en la Tierra. He consumado la obra que me diste para hacer.

He manifestado Tu nombre a los hombres. Ruego por ellos.

Ya no estoy más en el mundo, pero ellos están en el mundo. Voy hacia Ti.

Padre, guarda en Tu nombre a aquellos que me diste.

No ruego solamente por estos. Mas también por aquellos que, por su palabra, habrán de creer en mí.

Padre, ahora voy hacia Ti. Y no pido que los quites del mundo, sino que los guardes del mal.

Después de esto, salió con los Apóstoles hacia el Huerto de los Olivos, donde se mantuvo en oración, comulgando con el Padre, hasta que viniesen a arrestarlo.

Jesús, el ejemplo.

Tantos otros, en la Tierra, Le imitaron. ImitémosLe también.

Redacción del Momento Espírita, con base en el artículo
Adeus à vida sob o sentimento de gratidão, de la
Revista Iátrico, n° 36, de agosto de 2017, ed. del
Conselho Regional de Medicina do Estado do Paraná,
y con transcripción del Evangelio de Juan,
cap. 17, versículo 1ss.
Le 11.12.2018.

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