En los días actuales, existen aquellos que creen que oración, fe y religiosidad son cuestiones propias de personas simples y crédulas.
Personas que se dejan convencer por cualquier cosa, que creen en todo y en todos. Personas sugestionables.
Entretanto, el Dr. Alexis Carrel, que recibió el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1912, por sus trabajos sobre sutura vascular y trasplante de vasos sanguíneos y órganos, realizó estudios serios respecto de la oración.
En su libro La oración, su poder y efectos, publicado en 1944, escribió:
La oración es una elevación del alma hacia Dios. Es un acto de amor y adoración para con Aquél a quien se debe esta maravilla que se llama vida.
De hecho, la oración representa el esfuerzo del hombre por comunicarse con un ser invisible, Creador de todo lo que existe, suprema sabiduría, fuerza y belleza, Padre y Salvador de cada uno de nosotros.
Lejos de consistir en una simple recitación de fórmulas, la verdadera oración representa un estado místico en el que la conciencia se absorbe en Dios.
Este estado no es de naturaleza intelectual y, por eso, se conserva inaccesible para filósofos y sabios. De la misma forma que el sentido de lo bello y del amor no exige ningún conocimiento erudito.
Las almas sencillas sienten a Dios tan naturalmente como sienten el calor del sol o el perfume de una flor. Pero ese Dios, tan abordable para el que sabe amarlO, se oculta a quien no sabe comprenderlO. El pensamiento y la palabra se sienten impotentes para describirlO.
El Doctor Alexis Carrel estudió incluso los efectos de la oración en las curaciones y afirmó: La oración tiene, a veces, un efecto que podemos llamar explosivo. Hay enfermos que han sido curados casi instantáneamente.
En algunos segundos o, como mucho, en algunas horas, los síntomas desaparecen y las lesiones orgánicas cicatrizan.
Por tal motivo, el médico que ve a su enfermo orar debe regocijarse con ello, pues la calma que proviene de la oración es una poderosa ayuda terapéutica.
Si la oración es tan eficiente, proporciona resultados tan saludables, algunos indagan cuál es la mejor forma de orar y cuál es el lugar más adecuado.
Y recordamos a Jesús, en Su orientación: Entra a tu habitación y, cerrada la puerta, ora al Padre en secreto.
O sea, recógete en tu intimidad, donde estés, en la calle, en la oficina, en el hogar y dialoga con el Padre. Desnuda tu alma y cuéntale tus necesidades.
* * *
Dicen que, cierta vez, un hombre de pueblo muy sencillo entró a un templo religioso y se puso bien al fondo, permaneciendo allí.
¿Qué está esperando usted? –Le preguntó alguien.
La respuesta fue sorprendente.
Yo le miro. Él me mira.
Su sentida oración, en la cual él se permitía penetrar por la Divinidad y enviaba a Dios lo que había de más puro en su alma, no necesitaba de palabras.
Oración es sentimiento. Oración es acción. Oración es diálogo del hijo con el Padre. Por eso mismo, no necesita de fórmulas especiales, preparadas, rebuscadas.
Diálogo sencillo, que es agradecimiento, loor o gratitud.
Redacción del Momento Espírita, con base en el libro A oração,
seu poder e efeitos, de Alexis Carrel, ed. Tavares Martins.
En 19.10.2017.