Momento Espírita
Curitiba, 22 de Dezembro de 2024
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"No consigo, por más que lo intente. Para mí es imposible." Estas son frases que podemos oír de vez en cuando y que, en esencia, no traducen la verdad.

No hay obstáculos que no se puedan transponer o superar para el ser humano que verdaderamente desee vencerlos.

Recordamos de Mabel Hubbard que a los cuatro años de edad tuvo un violento ataque de escarlatina y se volvió apática y callada.

Algunos días después, la niña reclamó: "¿por qué los pájaros no cantan? ¿por qué ustedes no me hablan?"

Las preguntas cortaron el corazón de los padres que, sólo entonces, se dieron cuenta que la enfermedad había dejado a su hija completamente sorda. Pero ella tenía una ventaja sobre los otros niños que nacían sordos. Ella sabía hablar. La manera de conservar eso era el gran reto para sus padres.

El director de una escuela para ciegos, en Boston, les dijo que ellos podrían preservar el habla de la hija, desde que la obligaran a hablar siempre, que jamás aceptasen gestos. Que la enseñaran por la vibración.  Que le hicieran sentir en la garganta, el ronroneo del gato, el piano. Y leer el movimiento de los labios.

Y así fue hecho, aunque fuera doloroso a veces no dar a la niña la leche a la que apuntaba insistente. Negársela,  hasta que la pidiera: quiero leche. O entonces simular que no estaban viendo sus gestos desesperados para ir a pasear, hasta que dijera: "quiero ir a pasear. Quiero salir."

Cuatro años más tarde, Mabel estaba adaptada en todos los aspectos a la vida normal.  La maestra que enseñaba a las otras hermanas, también le enseño a ella. Ella aprendió a leer, escribir, deletrear.

La otra batalla que sus padres precisaron superar fue con el propio legislativo estadual. En aquella época los niños sordos, al llegar a los 10 años de edad, eran simplemente enviados para asilos en el estado vecino.  

Y el padre, abogado, empezó a luchar para que se elaboraran leyes para a creación de escuelas para sordos. La misma Mabel fue llevada delante de una comisión para probar  que los niños sordos tenían capacidad de aprendizaje.

Uno de los funcionarios afirmó que la recuperación del habla por parte del niño sordo, costaba más de lo que compensaría oírlo hablar. Además que, decía, aunque el sordo dijera algunas palabras, por más grande que fuera el éxito alcanzado en la articulación de las palabras, su inteligencia continuaría siempre en tinieblas.

Mabel derrocó las afirmativas, y demostró sus conocimientos de historia, geografía, matemáticas, al contestar las preguntas que le hicieron  y leer en forma fluente.

Nada intimidó a la niña. Ella había crecido  en una familia con muchos parientes. Estaba acostumbrada a vivir en el medio de mucha gente.

Cuando le preguntaron si era sorda, miró a su maestra e intrigada, indagó: "señorita,  qué es un niño sordo?"

Hasta ese momento  no se había dado cuenta que era diferente.

Esa niña se convirtió más tarde en la esposa de un hombre que desde su niñez vivía envuelto con el sonido: Alexander Graham Bell.

Se convirtió en una persona excepcional. Era alegre, vivaz, inmensamente cautivante. Durante casi 50 años ella amparó e inspiró a su brillante y excéntrico marido, el inventor del teléfono. 

***

¿Usted sabía que la capacidad del espíritu humano de sobreponerse a las adversidades y vencer limitaciones, va mucho más allá de lo que se pueda imaginar?

En verdad, quien comanda el cuerpo es el espíritu y  si éste pone en acción su férrea voluntad, superará obstáculos considerados imposibles.

 

(Selecciones del Rider’s Digest, julio 1963 - Oye, mi amor)

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