"No
consigo, por más que lo intente. Para mí es imposible." Estas son frases
que podemos oír de vez en cuando y que, en esencia, no traducen la verdad.
No hay obstáculos
que no se puedan transponer o superar para el ser humano que verdaderamente
desee vencerlos.
Recordamos
de Mabel Hubbard que a los cuatro años de edad tuvo un violento ataque de
escarlatina y se volvió apática y callada.
Algunos días
después, la niña reclamó: "¿por qué los pájaros no cantan? ¿por qué
ustedes no me hablan?"
Las
preguntas cortaron el corazón de los padres que, sólo entonces, se dieron
cuenta que la enfermedad había dejado a su hija completamente sorda. Pero ella
tenía una ventaja sobre los otros niños que nacían sordos. Ella sabía hablar.
La manera de conservar eso era el gran reto para sus padres.
El director
de una escuela para ciegos, en Boston, les dijo que ellos podrían preservar el
habla de la hija, desde que la obligaran a hablar siempre, que jamás aceptasen
gestos. Que la enseñaran por la vibración.
Que le hicieran sentir en la garganta, el ronroneo del gato, el piano. Y
leer el movimiento de los labios.
Y así fue
hecho, aunque fuera doloroso a veces no dar a la niña la leche a la que
apuntaba insistente. Negársela, hasta
que la pidiera: quiero leche. O entonces simular que no estaban viendo sus
gestos desesperados para ir a pasear, hasta que dijera: "quiero ir a pasear.
Quiero salir."
Cuatro años
más tarde, Mabel estaba adaptada en todos los aspectos a la vida normal.
La maestra que enseñaba a las otras hermanas, también le enseño a ella.
Ella aprendió a leer, escribir, deletrear.
La otra
batalla que sus padres precisaron superar fue con el propio legislativo
estadual. En aquella época los niños sordos, al llegar a los 10 años de edad,
eran simplemente enviados para asilos en el estado vecino.
Y el padre,
abogado, empezó a luchar para que se elaboraran leyes para a creación de
escuelas para sordos. La misma Mabel fue llevada delante de una comisión para
probar que los niños sordos tenían
capacidad de aprendizaje.
Uno de los
funcionarios afirmó que la recuperación del habla por parte del niño sordo,
costaba más de lo que compensaría oírlo hablar. Además que, decía, aunque
el sordo dijera algunas palabras, por más grande que fuera el éxito alcanzado
en la articulación de las palabras, su inteligencia continuaría siempre en
tinieblas.
Mabel derrocó
las afirmativas, y demostró sus conocimientos de historia, geografía, matemáticas,
al contestar las preguntas que le hicieron
y leer en forma fluente.
Nada intimidó
a la niña. Ella había crecido en
una familia con muchos parientes. Estaba acostumbrada a vivir en el medio de
mucha gente.
Cuando le
preguntaron si era sorda, miró a su maestra e intrigada, indagó: "señorita,
qué es un niño sordo?"
Hasta ese
momento no se había dado cuenta
que era diferente.
Esa niña se convirtió
más tarde en la esposa de un hombre que desde su niñez vivía envuelto con el
sonido: Alexander Graham Bell.
Se convirtió
en una persona excepcional. Era alegre, vivaz, inmensamente cautivante. Durante
casi 50 años ella amparó e inspiró a su brillante y excéntrico marido, el
inventor del teléfono.
***
¿Usted sabía
que la capacidad del espíritu humano de sobreponerse a las adversidades y
vencer limitaciones, va mucho más allá de lo que se pueda imaginar?
En verdad,
quien comanda el cuerpo es el espíritu y si
éste pone en acción su férrea voluntad, superará obstáculos considerados
imposibles.
(Selecciones
del Rider’s Digest, julio 1963 - Oye, mi amor)