Él tenía un consultorio de neurología y psiquiatría en Viena. Entonces, los nazis invadieron Austria en 1938.
Como director del departamento de neurología del Rothschild Hospital arriesgando su propia vida, decidió sabotear las órdenes recibidas para llevar a cabo la eutanasia de los enfermos mentales a su cuidado.
Encarcelado en septiembre de 1942, fue enviado al Ghetto de Theresienstadt, en la ciudad de Terezin, donde su padre iba a morir de agotamiento.
Convirtiéndose en el prisionero número ciento diecinueve mil ciento cuatro, Viktor Frankl vivió el horror de los campos de concentración de Auschwitz, Kaufering y Türkheim.
El manuscrito del libro que escribió y traía como su tesoro, le fue retirado y destruido. Un gran proyecto, un trabajo al que se había dedicado, simplemente despreciado y destrozado.
Al llegar al barracón que le había sido destinado en Auschwitz, comentó que había perdido de vista a un amigo porque él había sido seleccionado para otra fila.
Quien estaba a su lado, consciente de la cruel realidad, le señaló la ventana e indicando el humo que salía de las chimeneas de otro enorme barracón, le dijo:
¡Puedes verlo allí!
Y su calvario estaba solo comenzando. Hasta ser liberado el 27 de abril de 1945 por las tropas estadounidenses, padeció las situaciones más difíciles.
Cavó túneles, trabajó en excavaciones y construcciones de ferrocarriles. Sufrió la terrible añoranza de los familiares, la dureza de la ausencia total de noticias.
Su esposa, a la edad de veinticuatro años, murió en Auschwitz, hecho del que él tomaría conocimiento al llegar a Viena, al final de la guerra.
De la familia, finalmente, solo sobrevivió la hermana Stella, que había huido a Australia.
Y fue justamente ese psiquiatra vienés que escribió, en solo nueve días, su libro más extraordinario: En busca de sentido.
Es un relato autobiográfico de lo que él sufrió y del testimonio del sufrimiento de sus compañeros de infortunio.
En la descripción sincera y trágica de sus dolores, hace un análisis psicológico de los prisioneros y de los carceleros, en el cual no son necesariamente buenos los primeros y malos los segundos.
Utilizó cualquier momento del que disponía para la observación minuciosa del comportamiento, de las reacciones del ser humano frente a la adversidad.
Es un ejemplo vivo de que, incluso bajo condiciones terribles, el ser humano puede adaptarse y sobrevivir.
Y es exactamente en ese sufrimiento atroz que él encontró su tesis central acerca del sentido de la vida y de la psicología humana.
Es allí que él asienta las ideas sobre la Logoterapia, considerada la tercera escuela vienesa de psicoterapia.
La vida es sufrimiento, y sobrevivir es encontrar sentido en el dolor.
Cuando todos los objetivos de la vida están deshechos, al hombre solo le resta una libertad: la capacidad de elegir la actitud personal que asumirá ante las circunstancias que lo envuelven.
Viktor Frankl eligió sobrevivir. Pero no sólo eso: ejemplificó la capacidad humana para elevarse por encima de su destino, por más adverso que este sea; literalmente, superar y construir una vida digna y honrada.
Aún más: una vida que dé sentido y contribuya al beneficio de otras vidas.
Mirémonos en su ejemplo.
Redacción del Momento Espírita, con base en datos biográficos
de Viktor Emil Frankl y frases del libro Em busca de sentido, de
Viktor E. Frankl, ed. Vozes e Sinodal.
En 13.6.2016.