Momento Espírita
Curitiba, 22 de Dezembro de 2024
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ícone Cultivando el amor

El amor es, por excelencia, el más noble de todos los sentimientos.

Fuente de todas las virtudes, fue cantado por Cristo en verso y prosa.

El Maestro nos ofreció el amor, en oposición al ojo por ojo, diente por diente, como nueva forma de relacionarnos los unos con los otros: Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.

El amor como camino hacia el perdón: No te digo que debes perdonar hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

El amor como principio de la caridad: Todo lo que hicieres al más pequeño de mis hermanos, a mí me lo haces.

Nos enseñó el amor que nos lleva a la paciencia y a la resignación: Si alguien te hiere en una mejilla, preséntale también la otra.

Jesús, por el ejemplo de su amor, nos enseñó sobre el don de servir: Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, así también haced vosotros con ellos.

Nos enseñó, en nombre del amor, a desapegarnos de los bienes materiales: No acumuléis para vosotros tesoros sobre la Tierra, donde la polilla y la herrumbre los corroen. Pero amontonad tesoros en el cielo; porque donde está vuestro tesoro, allí está también vuestro corazón.

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Hagamos una reflexión: ¿Qué significa realmente cultivar el amor?

Cultivar es una palabra que puede ser utilizada en diversas situaciones.

El agricultor, por ejemplo, cultiva las verduras, pues desde el momento en que siembra la semilla en la tierra, tiene que regarlas, abonarlas, para que crezcan fuertes y sanas.

De igual manera, la amistad necesita ser cultivada. Son necesarios gentileza, atención, cariño, confianza, desprendimiento.

A su vez, el amor también necesita ser cultivado, porque es divina semilla que fue plantada en nosotros por el Padre Supremo, en el momento de nuestra creación.

De ese modo, a través de nuestras diversas experiencias de reencarnación, esa semilla necesita ser regada y abonada para que pueda dar los frutos que le son propios.

Los frutos que alimentan al Espíritu y que nos dan el alimento en el camino del progreso, del cual somos todos caminantes.

Frutos del perdón, de la paciencia, de la resignación, de la caridad, de la benevolencia, de la justicia, de la fe, de la tolerancia.

Cultivar el amor es, por lo tanto, cultivar la vida, pues el gran reto para todos nosotros es exactamente este: aprender a vivir y no sólo sobrevivir.

Jesús sentenció: Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia.

Tomemos el amor como fuente de vida. Hagamos de él nuestro camino, nuestro derrotero y nuestro norte. Aunque sea en el dolor, amemos sin cesar, pues los dolores pasan pero el amor permanece.

En las dudas de la jornada, cultivemos el amor, porque aunque a veces el camino se haga oscuro, nos aseguraremos que caminamos en la dirección correcta.

El amor es la presencia de Dios en el corazón, dinamizando la paz, a pesar del rugido de las tormentas en el entorno.

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La semilla fue plantada por Dios. Reguemos, cultivemos, cosechemos los frutos y seamos felices, porque la felicidad es la meta para la cual el Señor nos ha dado la vida.

Pensemos en eso. ¡Tomemos el arado y preparemos la tierra de nuestro propio corazón, para que la semilla del amor germine y produzca a treinta, a sesenta, a ciento por uno!

 

Redacción del Momento Espírita con pensamiento en el
término
Amor, del libro  Repositório de sabedoria v. 1,
por el Espíritu
Joanna de Ângelis, psicografía de
Divaldo Pereira Franco, ed. LEAL.
En 28.12.2015.

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