Momento Espírita
Curitiba, 22 de Dezembro de 2024
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ícone Familias felices

Ellas existen. No son excepciones. Por el contrario, proliferan cada vez más en esta Tierra bendita de todos nosotros.

Son familias de personas felices que hacen felices a los demás. Las personas que las componen se reencuentran en la Tierra, por lazos de afecto y de bien querer.

Se aman: padres, hermanos. Y los que vienen de fuera, para ampliar ese universo familiar, yernos, nueras, son de la misma estirpe noble.

No son personas indemnes al sufrimiento. No. Por el contrario, en ellas registramos pesadas cargas expiatorias.

En algunas de estas familias, es un hijo que nace como esperanza de muchas alegrías para más adelante mostrar la enfermedad de que es portador, involucrando a todo el conjunto familiar en preocupaciones redobladas.

En otras, es el hijo que nace con una discapacidad, necesitando de cuidados especiales. Y todos se reúnen para proporcionarle eso.

Tales familias superan las tragedias que les afectan, en forma de muerte súbita de un ser querido o infortunios de cualquier otro orden.

Se sostienen mutuamente por la fuerza del amor y transmiten energías los unos a los otros por la propuesta de afectividad que registran.

En estas familias se rinde culto a la ciencia, a la religiosidad o al arte, o a todo en su conjunto.

Son familias en las que los miembros tienden a carreras de un mismo ramo o ramos diferentes, donde todos estudian y alcanzan títulos universitarios, de grado, demostrando su gran potencial intelectual.

Ellas se involucran con el arte y cada miembro presenta una cualidad específica en la ejecución de instrumentos musicales, en el canto, en la composición, en el arte dramático.

A veces parece que componen una orquesta fenomenal, ya que cada uno tiene una habilidad especial.

Y cuando a la ciencia o al arte se junta la religiosidad, transforman las comunidades donde viven. Actúan en beneficio del dolor que se esparce, edificando instituciones de amparo a los sufrientes.

Se esmeran en la ilustración de las mentes ajenas, erigiendo escuelas, ofreciéndose al voluntariado.

El dinero que circula en sus manos, simplemente circula, dirigido al bien general. Y parece que cuanto más ofrecen, más llega a sus manos.

Familias felices. Viven la alegría del reencuentro de los amores de muchas vidas.

Viven la unión de ideales y de belleza. Incluso, despiertan a veces una cierta envidia por ser portadores de tantas bendiciones, tantas alegrías.

Sin embargo, aquel que preste atención verificará que, en medio de las marcas bendecidas de las sonrisas, los semblantes también registran el látigo del dolor en pliegues dolorosos.

Son felices por haber aprendido que en la Tierra todo es transitorio y que cada minuto debe ser vivido en plenitud.

Son felices, sobre todo, porque han descubierto que la Divinidad que les permitió el renacimiento, bendecidos por los amores cercanos y por las venturas de la belleza, de variados talentos y de los bienes de la Tierra, les exige solo que hagan felices a los otros que cruzan sus caminos.

Familias felices. Las familias que se aman y extienden su amor más allá de las fronteras del propio hogar, de la propia ciudad.

Desde temprano, aprendieron que todos, al final, somos ciudadanos del mundo y herederos del Universo.

Por eso, no retienen riquezas en sus cofres. Solo multiplican perlas de luz en sus corazones.

Redacción del Momento Espírita.
En 26.11.2015.

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