Alabar a Dios puede significar el acto de glorificar, adorar al Creador. También la demostración de reverencia y amor al Todopoderoso.
En general, cuando se menciona la alabanza a Dios la mente nos lleva a religiosos enclaustrados en conventos y monasterios, que dedican su vida a cantar himnos, a la meditación y a las oraciones.
Sin embargo, cuando nos referimos a la oración, encontramos que es alabanza, petición y agradecimiento.
¿Será posible al hombre común, con familia, profesión, tantos deberes que atender, externalizar alabanzas a su Creador?
Nos acordamos de un siervo que vivió en la abadía de Whitby en Inglaterra, en el siglo VII.
Era un hombre dócil, silencioso y torpe. Del canto, por ejemplo, no tenía la menor idea. Cuando llegaba el momento de cantar en los días de fiesta, temeroso de que lo invitasen, dejaba el recinto e iba a encerrarse en su pequeña habitación.
Un día en el que la abadesa invitó a las monjas a los cánticos sagrados, el humilde sirviente se alejó, tímido, del comedor y se dirigió al establo de la abadía...
Se sentó en un montón de heno, pensando en su incapacidad para cantar los himnos sagrados. Entristecido por su propia insignificancia, se quedó dormido y soñó.
Soñó que un hombre, hermoso e imponente, se le apareció en el establo. Lo miraba con ternura y, sonriendo, insistió para que él cantase.
¡Tú puedes, Cedmon! - dijo el hombre. ¡Canta la obra de la Creación!
Cedmon comenzó a cantar como nunca lo había hecho. Cuando estaba terminando, despertó. Impresionado por lo que había soñado y acordándose de todos los detalles, terminó el himno.
Con toda simplicidad, buscó a la abadesa y le contó lo sucedido, repitiéndole la composición.
Al oírlo, la abadesa le dijo que él había recibido de Dios un don especial para la poesía.
Y le dio algunos pasajes de la Biblia para que compusiera versos. Tan bien cumplió la tarea al final del día que ella lo puso en un monasterio como monje, para que se dedicase al estudio de las escrituras.
Cedmon se convirtió en el autor de las más antiguas poesías escritas en idioma inglés. Sus versos eran de una fuerza desconocida. La dulzura, más el poder de expresión, le daban un toque celestial.
Él había encontrado una forma diferente de alabar al Señor.
* * *
Hay muchas formas de alabar al Creador de todas las cosas. Se puede orar, ensalzando las tantas bendiciones ofrecidas diariamente por el Padre de bondad.
Se puede componer versos exponiendo la belleza de la naturaleza; o piezas musicales, que extasiarán los corazones, uniéndolos a la alabanza.
Se puede grabar en un lienzo, con la maestría de quien domina el arte de la pintura, el encanto de un paisaje, una puesta de sol en colores naranja, rojo y oro.
Se puede utilizar el arte de la fotografía para retener digitalmente el amanecer de un día de luz, un pino solitario junto al camino distribuyendo piñones a las aves y a los hombres.
Se puede valer de la cinematografía y ofrecer al mundo éxtasis de belleza, uniendo la fotografía, la animación, la música.
Sí, hay muchas formas de alabar al Creador increado, al Padre de todos nosotros.
Alabar es divulgar, mostrar, anunciar, propagar, publicar lo que es bello y grandioso en el mundo: las plantas, los árboles, los animales, los seres humanos. La grandiosidad de la vida.
Pensemos en eso y elijamos la mejor manera de alabar a Dios, nuestro Padre, agradecidos por la vida que nos fue dada para vivir.
Redacción del Momento Espírita, basado en el capítulo 11,
del libro Mediunidade dos Santos, de Clovis Tavares, ed. IDE.
En 31.8.2015.