Momento Espírita
Curitiba, 22 de Dezembro de 2024
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ícone Ciudad maravillosa

La segunda capital de Brasil, Río de Janeiro, es cantada y conocida como la ciudad maravillosa. Aquella llena de encantos mil.

Y en verdad lo es. Llegar a aquella ciudad y contemplar, desde lejos, el Cristo Redentor en lo alto del cerro, es conmovedor.

Y luego se suceden las playas, la naturaleza en plena exuberancia, la entrada de la Bahía de Guanabara, el mar besando la orilla...

Un verdadero encanto para quien tiene ojos para ver y no se detiene solamente en las dificultades que aquella metrópoli padece, al igual que otras tantas.

Tal vez por eso, aquel joven de una localidad del interior del Estado, se sorprendió al recibir una nota en la que su amiga se refería a la ciudad en la que él reside, como maravillosa.

¿Maravillosa en qué?- cuestionó.

La ciudad donde vivo no es ninguna metrópoli, no tiene ningún atractivo especial y lo máximo que tenemos en belleza es la plaza central, con algunos canteros de flores y bancos para disfrutar del sol.

La respuesta que recibió lo dejó emocionado.

Amigo: para mí, el lugar donde viven mis amigos será siempre maravilloso. Eso porque yo sé que, llegando allí, voy a encontrar las flores de la amistad en ricos ramilletes para recibirme.

Sé que, paseando por las calles, podré sentir el perfume de esa virtud que alimenta nuestras vidas exhalando de cada corazón.

Sé que, incluso en días de lluvia y frío, encontraré el calor de sus abrazos y el sol de sus sonrisas.

Por eso, créeme, tu ciudad es maravillosa. Allí viven tú y tantos otros amigos, cuyas fotos traigo muy bien guardadas en el álbum del corazón.

Cuando viajo por el mundo, cuando llego a las ciudades donde nadie me conoce y yo a nadie conozco, tengo el cuidado de cerrar los ojos y hojear ese precioso álbum.

Los rostros de cada uno de los que residen en esa ciudad pasan por mi memoria y acunan mi soledad.

Sé entonces que no estoy solo. Los amigos distantes vibran por mí, me piden noticias, me envían su cariño en los mensajes de texto diarios, en emails que llegan en las horas perdidas de la madrugada.

Existen sí, en el mundo, localidades de espectacular belleza, que llenan los ojos con sus alamedas bien diseñadas, flores en abundancia, jardines y plazas esculturales.

Ciudades que ofrecen bellezas naturales, con ríos de aguas cantarinas, puentes de envidiable arquitectura.

Ciudades antiguas que conservan el romanticismo de callejones estrechos entre el caserío de una u otra época. Ciudades culturales, ciudades modernas, de líneas osadas, edificios que desafían las alturas, monumentos extraordinarios que honran la creatividad humana, siempre insuperable en sus manifestaciones.

Sí, ya he visitado muchas ciudades y fotografiado un número inmenso de espacios públicos, museos, bibliotecas, puentes, arroyos y conciertos de colores de la naturaleza.

Ya he fotografiado obras de valor incalculable, que atestiguan cómo el hombre es verdaderamente ese ser que deja sus huellas de inmortalidad en las expresiones de la arquitectura, de la ingeniería, de la pintura, de la escultura. Tantos y diversos logros de su grandiosidad de hijo de Dios.

Pero, de todas, la ciudad más maravillosa de las que ya he visitado, conocido, admirado es, sí, esa ciudad donde están mis amigos.

Esa ciudad donde están los ramilletes perfumados que me envuelven el alma en halagos, cariño y atención.

Redacción del Momento Espírita.
En 11.8.2015.

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