¿Alguna vez te has dado cuenta de cuántas personas han pasado por tu vida?
¿Ya has percibido que algunas entran en tu vida por una razón, otras durante una estación y algunas permanecen por toda la vida?
Cuando alguien entra en tu vida por una razón, por lo general es para suplir una necesidad que has demostrado.
Ese alguien viene para ayudarte en una dificultad. Para ofrecerte orientación y apoyo y ayudarte física, emocional o espiritualmente.
Tan importante se hace su presencia que crees que él es una dádiva de Dios. Y así es.
Después, un día, de la misma manera que entró en tu vida, así también él se va.
Puede irse a través de la puerta de la muerte, o simplemente partir para otros lugares.
Pero tu necesidad fue atendida y el trabajo de aquella persona fue hecho. Tus oraciones fueron atendidas y ahora es tiempo que él se vaya.
Por otro lado, hay personas que entran en tu vida durante una estación. Es un período más largo. Traen la experiencia de la paz, de la tranquilidad. Enseñan alguna cosa que nunca habías hecho antes.
Ellas son la dádiva de Dios más prolongada, manifestándose en semanas y meses.
Permanecen contigo por un período. A veces, son las que encaminan tus primeros pasos en la profesión y, tan pronto lo consiguen, desaparecen de tu vista. Se trasladan a otros lugares, toman otros caminos y es posible que ya no las encuentres más en esta vida.
En otras ocasiones, son aquellas que amparan los años de tu infancia o de tu juventud y tan pronto perciben tus piernas firmes, tus acciones seguras, también se van, dejando sólo las marcas de su presencia en tu carácter: la honestidad, la honradez, la perseverancia.
Finalmente, existen las que entran en tu vida durante toda su duración en la Tierra.
Ellas enseñan lecciones para toda la vida. Cosas que debes construir para tener una formación emocional sólida.
Son hermanos que crecen contigo e, incluso después de la formación de sus propios hogares, siguen realizando contigo muchas cosas.
Son padres que atraviesan los años hasta la vejez, siguiendo tus pasos, incentivándote siempre.
Es el cónyuge que se convierte en compañero de las luchas más ásperas y de los momentos más dulces.
Todos ellos, los que llegan por una razón, durante una estación o por toda la vida son las dádivas de Dios en tu vida. Que sepas reconocerlas y estimarlas.
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Estás inmerso en el océano del amor de Dios. Todos los días gotitas de Ese amor te alcanzan, en la sonrisa de tu hijo, en el abrazo del amigo, en la palabra confiada de un colega, en el incentivo de quien te ama y confía en ti.
En tu vida, no dejes de mirar a tu alrededor y descubrir esos tesoros que Dios envía a tu camino por unos días, unos meses o incluso más allá de la muerte.
Son bendiciones expresivas de Dios, regalos de la Divinidad a Sus hijos inmersos en la carne, siempre carentes de cuidados y amor.
Redacción del Momento Espírita, basado en el
texto Amigos de circo, de autor desconocido.
En 24.6.2015.