Cuando me amo...
Enciendo una luz que ilumina mis sótanos olvidados, dejando atrás los errores y derrotas de los días pasados, y vuelvo a respirar.
Cuando me amo...
Aprendo a mirarme hacia adentro, encontrándome en parte "potencia", en parte "posibilidad" – aquello que ya soy, aquello que seré; dónde ya estoy, dónde quiero estar.
Cuando me amo...
Me acojo a mí mismo como la madre acoge a un hijo herido: ofreciendo el regazo, amparando el llanto, aconsejando rehacer los caminos. No me engulle la culpa; no me desmotiva la derrota.
Cuando me amo...
Cuido del cuerpo, como el labrador cuida de su azada – instrumento preciso de trabajo y de la vida adorada.
Cuido también de la nutrición del alma: lo que elijo ver, lo que escojo leer, pensar y decir.
Cuando me amo...
Veo a mi alma como la escultura bajo el mármol de Miguel Ángel y entiendo que el dolor es cincel que va retirando un poco aquí, un poco allá, hasta que todo se transforma en el hermoso David.
Cuando me amo...
Ilumino también tu faz, porque no toda luz se queda guardada, no hay quien disfrace un faro que reluce sobre un monte que se yergue en el aire.
Cuando me amo...
Inspiro tu autoamor, para que puedas amarte y crecer, como una nueva flor que un día fue brote, que un día fue semilla, que un día fue sueño de florecer.
Cuando me amo...
Te amo con más profundidad, porque conociéndome, te conozco mejor también.
* * *
La propuesta de Jesús acerca del amor es una de las más bellas psicoterapias que hay: Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo, en una trilogía armónica.
Como todavía tenemos dificultad para concebir lo absoluto, para adaptarnos a la proposición cristiana, invertimos el orden del mandamiento, amándonos primero, con el fin de desarrollar las aptitudes que duermen latentes, acumulando valores iluminativos a lo largo de los días.
Así, nuestro gran camino del amor debe comenzar con el autoamor, porque sin autoamarse el hombre no consigue amar a su prójimo y tampoco amar al Creador.
Empezamos la jornada dentro de nosotros, porque autoamor pide autoconocimiento, pide inmersión profunda en nosotros mismos.
El autoconocimiento es el medio práctico más eficaz que tenemos para mejorar en esta vida y resistir a la tentación del mal.
Y quien trabaja por su mejoramiento está autoamándose.
Cada movimiento que hacemos para desarrollar nuestras aptitudes y acumular valores que nos hagan personas mejores, es autoamor.
Naturalmente, ese amor a nosotros mismos nos conducirá a nuestro prójimo.
Primero, porque el autoamor sólo se construye y se vitaliza en el encuentro.
Segundo, porque cuando tenemos una cuota de amor más maduro, más consciente, conseguimos amar mejor al otro.
Nuestras relaciones se armonizan, nuestro corazón se queda en paz, nuestras angustias desaparecen.
* * *
Que podamos proporcionarnos más momentos de autoencuentro, con el objetivo de perfeccionar nuestro autoamor, que es la clave de todo nuestro desarrollo en el Universo.
Redacción del Momento Espírita, basada en el poema Quando me amo,
de Andrey Cechelero y en el cap. 13, ítem Amor de plenitude,
del libro Amor, Imbatível Amor, de Joanna de Angelis, psicografía de
Divaldo Pereira Franco, ed. LEAL.
En 12.6.2015.