Ser rey significaba, en el pasado, ser superior a los demás. En algunos casos, era la conquista de una condición que se atribuía divina.
La personalidad real se conducía como si todo a su alrededor le debiese obediencia y adulación. Eternos en el poder, pensaban algunos.
Sin embargo, bastaba una alteración de los vientos políticos o un vuelco en el cántaro de las pasiones de los adversarios y eran despojados de todo el poder.
Hubo quien se creía el más hermoso, el más inteligente, el más perfecto. Hubo quien se intitulase el rey sol, alrededor del cual deberían establecer sus órbitas los planetas de las vanidades humanas.
Se disfrazaban con ropas exóticas y ricas sin que ellas pudiesen ocultar sus torpezas morales.
En verdad, aunque no todos ostenten coronas de oro y piedras preciosas, muchos de aquellos que detentan el poder, aún hoy presentan algunas de esas expresiones de comportamiento.
Y, con todo, las insignias del poder continúan transfiriéndose de uno a otro, al sabor de los caprichos humanos.
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Él, sin embargo, es un Rey diferente.
Su reino no es de este mundo. Se expande más allá de las fronteras físicas y es más rico que todos los reinos de la Tierra juntos.
Su reinado abarca el territorio ilimitado de la intimidad de las criaturas. Son los paisajes y regiones del sentimiento, donde pueden ser colocadas las señales de la fraternidad.
Sus intereses son los del Padre que Lo creó. En este mundo de formas transitorias, Él figura por encima de las disputas mezquinas de contenido material.
Su corona y Su cetro son el amor. Indestructible en el tiempo. Sus seguidores, a lo largo de los siglos, fueron quemados, torturados, sin que desistiesen de los tesoros del alma de los cuales eran depositarios fieles.
Ese Rey tan poderoso escribió la legislación de Su Reino, de forma indeleble en los corazones y en las mentes.
Por eso, los años pasaron y la verdad continúa llegando a los oídos que desean oír, en el idioma de cada uno, porque fue dictada con la fuerza de la verdad.
Rey Solar, vistió un ropaje similar al de todos Sus súbditos y vivió entre ellos durante poco más de tres décadas.
Pero extrapoló las fronteras de la nación que Lo recibió y atravesó las edades, sin haber empañado el brillo de Su victoria.
Él venció a la muerte y al mundo. Los hombres querían destruirLo, matando su cuerpo físico. Él regresó, lleno de luz, conforme había anunciado, en una indumentaria indestructible.
Al contrario de todos los que reinan y reinaron sobre los hombres, Él informó que había venido para servir.
Y realizó tareas consideradas humillantes en la época, como lavar los pies de todos Sus apóstoles, en la célebre noche de despedida.
Inteligencia superior a todas las que ya han pasado por este planeta, supo hablar a las personas con dulzura, enseñando la verdad que liberta y torna felices a las criaturas.
Señor de los Espíritus, demostró por actos y manifestó por palabras que estaba en la Tierra para cumplir la voluntad de Dios, Padre de los cielos, Creador del Universo.
Este Rey se llama Jesús. Y, aunque haya partido de la Tierra hace más de dos mil años, la gratitud y la esperanza de los hombres celebran Su cumpleaños todos los años.
Rey Solar. Señor de los Espíritus. Pastor de las almas. Sirviente.
Jesús, el Cristo.
Redacción del Momento Espírita.
En 27.4.2015.