Una revista trae publicada en su portada una pregunta directa y provocativa: ¿Cuál es tu causa?
Justo abajo de la pregunta tema de la noticia principal, un pequeño texto explicativo:
Todo el mundo puede hacer la diferencia. Y no necesita cambiar el mundo. Las luchas más grandes están en el día a día.
En el cuerpo del diario, el texto de la noticia comienza afirmando:
Donar sangre, cabello, alegría o tiempo. Rescatar la autoestima, un animal, un sueño o una vida. Conozca historias de personas que descubrieron diferentes razones para vivir y una misma felicidad: la de ayudar.
En seguida leemos diversos relatos de personas y sus causas nobles. Algunas muy modestas, pero todas extremadamente importantes.
Una mujer dejó crecer su cabello y después lo donó para pacientes sometidos a quimioterapia.
Un hombre lideró el proyecto de preservación del barrio donde nació y creció.
Mujeres que, para defender la causa del parto humanizado, se convirtieron en matronas, es decir, mujeres que ofrecen apoyo físico y emocional a las parturientas.
Un adolescente acompaña a su madre en una actividad de contar historias, jugar y hablar con los niños necesitados, hijos de adictos a las drogas.
Y muchos otros van surgiendo, diseñando sus hermosas causas, produciendo una especie de pintura indescriptible que sólo el bien es capaz de retratar.
Tal vez podamos preguntarnos: ¿Será que todos necesitamos tener alguna causa? ¿No es suficiente sólo vivir bien, amar, cuidar de la familia, respetar al prójimo?
Para un gran número de personas, posiblemente sí, pero, ¿no sentimos dentro de nosotros una voluntad de hacer algo más? ¿Un vacío que, a veces, nos desanima y no sabemos lo que es?
Si ya somos lo suficientemente esclarecidos, si ya conocemos el mensaje de Cristo, si ya entendemos los propósitos de la vida, de la encarnación, del planeta, ¿será que no podemos hacer algo más de lo que venimos haciendo?
No se necesita que sea algo grandioso, como afirma el propio texto del reportaje. Puede ser algo en nuestra comunidad, algo que haga de nosotros un agente de unión, de civilidad, de sentido común.
El mundo necesita de líderes buenos que hagan más y hablen menos.
Estamos cansados de aquellos que hablan, prometen, tienen hermosa oratoria y no cumplen lo que dicen.
Queremos el silencio de las buenas acciones.
Así, traemos esta gentil invitación: abracemos una causa cualquiera. Aquella con la que más nos identificamos.
Entreguémonos a algo sin interés propio, donando nuestro tiempo, nuestra energía, y descubramos cuánto eso puede hacer bien a los demás y a nosotros mismos.
El gesto de izar una bandera para defender una causa en la que creemos verdaderamente, nos llena de vitalidad, el corazón late distinto y nos inunda de salud.
Defender una causa es decir no a la indiferencia, que insiste en querer convertirnos en zombis de la modernidad, llenos de información, llenos de conocimiento, pero pobres de sentimientos.
Importémonos con algo. Importémonos con nuestro prójimo. Importémonos.
¿Cuál es tu causa?
Redacción del Momento Espírita, basado en reportaje
de Helaine Martins, Carla Pimentel, Rafaela Carvalho,
Carolina Muniz y Roberta Barbieri, de la revista Sorria,
de agosto/septiembre de 2014.
En 3.3.2015.