Ni por el tamaño.
Ni por la configuración.
Ni por las ramas.
Ni por la imponencia de la copa.
Ni por los brotes verdes.
Ni por las puntas resecas.
Ni por el aspecto brillante.
Ni por la presentación desagradable.
Ni por la antigüedad del tronco.
Ni por la fragilidad de las hojas.
Ni por la cáscara rústica o delicada.
Ni por las flores perfumadas o sin perfume.
Ni por el aroma atrayente.
Ni por el olor repulsivo.
Ningún árbol será conocido o amado por las apariencias externas, sino por los frutos, por la utilidad, por la producción.
* * *
Así también nuestro Espíritu en plena jornada...
Nadie que realmente se consagre a la verdad dará testimonio de nosotros por lo que parecemos, por la superficialidad de nuestra vida, por la epidermis de nuestras actitudes o expresiones individuales percibidas o apreciadas de paso, sino por la sustancia de nuestra colaboración al progreso común, por la importancia de nuestro concurso en el bien general.
"Por sus frutos los conoceréis." - Dijo el Maestro.
"Por nuestras acciones seremos conocidos." - Repetiremos nosotros.
* * *
¿Qué frutos estás produciendo en tu vivir?
¿Qué significa producir frutos?
Producir un fruto significa crear alimento para los demás, significa dejar un legado moral por los caminos, significa construir una obra que el tiempo no consume.
La dedicación de los buenos padres produce buenos frutos siempre, de no ser ahora en la presente existencia, pues no siempre los hijos saben apreciarlos, será más tarde, cuando sean recolectados y saboreados.
Llegará un día en que los hijos se acordarán de los frutos de la educación, de los buenos ejemplos, de las renuncias y de la incansable labor ofrecidos en abundancia por los padres queridos.
Compartir nuestros conocimientos con los demás también es fructificar.
¿Por qué retener con nosotros lo que puede ayudar a tanta gente? ¿Competencia? ¿Deseo de mostrarse mejor?
¿Pero será que todavía no entendemos que sólo seremos mejores cuando traigamos a los que están en nuestro entorno junto a nosotros? El Maestro Jesús ya nos ha enseñado esta práctica de muchas maneras diferentes.
Nuestros ejemplos de buena conducta dan buenos frutos. Las personas necesitan de referencias ricas para que puedan construir su comportamiento maduro.
En un primer momento, la conducta recta molesta a los que todavía no logran mantenerla. Los que permanecen firmes son motivo de chacota, reciben apodos tontos, divertidos.
Sin embargo, el fruto está allí, en la punta de la rama, disponible para quien lo quiera saborear, en el momento que lo desee. La referencia se queda, molesta y un día desencadena el deseo de cambiar.
Es por eso que los árboles de los buenos frutos necesitan tener paciencia, porque no todos sabemos disfrutarlos todavía…
Una de las mayores alegrías de la existencia será, en el atardecer de los años, poder mirar hacia atrás y darnos cuenta de cuántos buenos frutos hemos dejado.
Descubrir que no utilizamos la vida sólo para alimentarnos y para nuestra simple subsistencia, sino que hemos sido capaces de alimentar a otros, aplicando en eso nuestras energías.
Esa es la vida del buen árbol. La vida de las acciones.
Produzcamos buenos frutos. Dejemos un legado de amor en el mundo.
Redacción del Momento Espírita,basadoen el capítulo 4,
del libro Fonte viva, del Espíritu Emmanuel, psicografía de
Francisco Cândido Xavier, ed. FEB.
En 2.3.2015.