Mi
querida amiga,
Hoy,
estoy escribiendo especialmente para ti. He acompañado tus últimos días, y me
ha preocupado la tristeza y la callada revuelta que encontré en tu mirar.
No me pasaron por alto tus preocupaciones y tus
miedos y, a pesar de haberme colocado a tu lado, y abrir mis brazos para
confortarte, has pasado de largo, sin abrir tu
corazón.
Por
eso estoy aquí, insistiendo contigo. ¡No
desistas!
La noticia del embarazo
inesperado te ha sorprendido con violencia y tú miras a tu alrededor sin
encontrar un camino seguro para seguir.
El
que ha compartido contigo los tibios momentos de los placeres fáciles, quizás,
no quiera saber más de tu compañía y, mucho menos aún, del fruto del
instante que ya es pasado.
Tu
familia tal vez no quiera saber de tus problemas y, como en otras veces,
te dará la espalda, diciéndote: Tú has plantado,
pues entonces tú debes cosechar.
Pero,
amiga querida, el que crece en tu íntimo no es un problema: - ¡es tu
hijo!
Un alma preciada a tu corazón, un amor que vuelve a
tus brazos para acompañarte en los días que aún están para ser vividos.
¡No
abortes!
¡No mates, a la felicidad que golpea la puerta de tu alma, pidiéndote
arribo seguro!
Por tu mente pasan imágenes
de todos los placeres que tendrás que abandonar en nombre de una condición no
deseada: las fiestas, los encuentros, la libertad de ir y venir como quieras y
con quien quieras...
Piensas en tu cuerpo...
En verlo deformado, en perder la forma codiciada, en la falta de
comodidad, en el dolor, en el parto.
Piensas en los gastos...
¡Pero yo sé!...¡yo sé
sobre ti! Sé que traes tantas cosas guardadas dentro del corazón, tantos sueños
que no compartes con nadie, tanta dulzura que no expresas...
¡Amiga, yo te conozco! Sé
que tienen ansias de amor, de ese amor profundo y sin mácula que has buscado en
los brazos de tantos que no te entendieron y que muchas veces, desprecian tu
valor.
El que regresa por tu
vientre también lo sabe, por eso, te ha elegido para llamarte por el
más sublime nombre humano ya proferido por los labios de los seres que
habitan esta tierra: ¡madre!
Reconozco que no tendrás
días fáciles, que algunos serán de noches sin estrellas.
Prometo,
pese a todo, estar a tu lado y al lado de tu hijo, observando, alegre, tu
vientre crecer, lleno de vida.
Y
digo más: ¡no contarás solamente con mi
presencia, sino, con la presencia de muchos que te aman y que velan por tu paz y
por la paz de tu hijo!
¡No
desistas de ser feliz! ¡No abortes tu sueño! No mates a tu hijo, para tu
propio bien!
Con
todo el cariño de mi corazón.
Tu
amiga y compañera eterna:
La
esperanza.